(Por Lucas Palacios)
La
primera vez que fui a ver un Boca-River fue en Mar del Plata. Fui con mi viejo,
algún tío, mi hermano, varios primos, algunos amigos de esos circunstanciales
que me daban los veraneos en Miramar.
Mientras
nos ubicábamos en la tribuna, alguien, uno de los adultos, nos
dijo: “miren que acá se puede putear”. Me acuerdo de que la hinchada de
River cantaba que nosotros (los de Boca) éramos todos negros, putos, de Bolivia
y de Paraguay. Los que eran de River en el grupo empezaron a cantar eso
entusiasmados. La sonrisa incrédula de un niño que puede putear adelante de los
más grandes. Los adultos codeándose entre ellos, alegres de ver que los más
chicos se animaban a decir malas palabras y a estirar el brazo. Los de Boca no
se quedaban atrás y la hinchada cantaba que quería jugar contra River para
matarles el tercero. Se referían a un episodio en donde después de enfrentarse
ambas barras bravas habían muerto dos hinchas de River. Eso era lo que
cantábamos los de Boca sonrientes.
Cuando
terminó el partido, pese a ser un amistoso, hubo inconvenientes. Tuvimos que
esperar un rato largo para salir y después nos encontramos afuera con la
policía con caballos y con gases lacrimógenos. Recuerdo la sensación de ardor
en los ojos, la garganta que se cierra, el miedo por los caballos que la
policía tiraba encima de la gente.
Al
otro día, día de playa, me desperté afónico. Para mí era como una herida de
guerra. Había ido a la cancha, había puteado con los más grandes, había visto a
la policía tirando caballos sobre la gente, nos habían tirado gases
lacrimógenos. Y tenía como prueba de todo eso y como medalla, la voz rasposa y
gastada. En los pasillos del balneario cada uno se vanagloriaba de las
historias de la noche anterior. Además, los que habían ganado (ya no recuerdo
si Boca o si River) cargaban a los del equipo rival. Los que habían perdido
iban a ser, durante todo el verano o hasta el próximo partido, unos cagones y
unos putos.
Pienso
en todo esto mientras veo una entrevista a Carlos Tevez, ídolo de Boca, en un
programa de fútbol de cable:
“A
Lito yo lo llevo al barrio conmigo. Es chico todavía pero imagínate… La madre,
los abuelos, el único varón, ¿viste? Si no lo llevo al barrio a que le den un
par de cachetazos, está ahí de doblar la muñeca. A Lito lo llevo para que se
haga con los pibes de ahí, para que se haga…. para que juegue a la pelota”,
comenta Carlos Tevez, entrevistado en el piso de un programa sobre fútbol.
Marcelo Palacios, uno de los periodistas deportivos que lo está entrevistando,
lo corta en seco. “Mirá Carlos, yo te respeto como jugador, pero vos sabés
lo que estás diciendo?”. Gastón Recondo, envalentonado por su colega, lo
secunda: “Qué bueno que lo digas Marcelo, porque yo la verdad escucho esto
y también tengo que frenar la entrevista y aclarar las cosas”. Carlos Tevez se
pone incómodo en su silla, se toca el micrófono, baja la cabeza, busca fuera de
cámara a su representante. Pero Marcelo Palacios sigue adelante: “Carlos,
vos estás diciendo que si alguien no es heterosexual hay que cagarlo a
trompadas”. Gastón Recondo parece relamerse ante la posibilidad que está
teniendo: en medio de un programa de televisión en vivo, al fin puede dar un
mensaje que valga la pena. Se atolondra un poco, se pisa con su compañero de
trabajo y lo mira fijo al jugador de Boca Juniors: “Carlitos, vos estás
diciendo esto en vivo en televisión y cualquier chico o chica que te tenga de
ídolo va a sumar dos más dos y a pensar que si no sigue la norma sexual establecida
alguien debería venir a cagarlo a trompadas”. Carlos Tevez se
excusa: “mirá, yo en verdad estoy hablando de mi hijo, no de todos los
pibes del país… aunque mi hijo puede hacer lo que quiere, claro… pero bueno
viste, en el barrio… lo que pasa que él es varón y… el fútbol… culo”. Se hace
una pausa inmensa. Carlos Tevez baja la cabeza y habla. Su voz es casi un
susurro: “perdón”. Marcelo Palacios se agita un poco, se le traba la voz,
porque está algo eufórico y mira a cámara: “bueno, ese fue Carlos Tevez,
jugador de Boca Juniors; lamentablemente vamos a tener que cortar la nota acá;
queremos aclarar que nadie en esta producción está de acuerdo con las palabras
de Carlos. Creemos que él está muy confundido, tal vez producto de haber vivido
en China durante tantos meses, y que sus palabras pueden herir muchas
susceptibilidades. Ahora le hablo a cualquier pibe o piba que esté mirando este
programa: nadie puede decirte cómo tenés que ser, ni este jugador de fútbol que
está al lado mío ni nadie más. Vamos al corte”. El programa va al corte
mientras Carlos Tevez mira a ambos periodistas preocupado, como pidiendo
disculpas.
Hubiera
sido lindo que así sea, pero la respuesta de los periodistas que describo en el
párrafo anterior, nunca sucedió. Lo único que sí sucedió fueron los dichos
homofóbicos y estigmatizantes de Carlos Tevez.
Los
periodistas deportivos, una vez más, se abstrajeron de su rol de analistas del
deporte y del de formadores de opinión: Marcelo Palacios se rio como un
adolescente confundido ante un chiste verde en una clase de biología; Gastón
Recondo intentó justificar al futbolista con una respuesta que ahonda en el
machismo: “si, no, no, de ser frágil ante… ante la adversidad, exacto”.
Después, siguieron hablando acerca de si Tevez ganará o no ganará la copa
Libertadores este año.
Tevez
habla de que su hijo es el único varón, pero que está ahí de doblar la muñeca;
luego pide que le den un par de cachetazos; dos periodistas le contestan
primero con una risita estúpida y luego lo afirman diciendo que claro, que su
hijo, al ser varón, no puede ser frágil ante la adversidad. Estos comentarios
son, también, el germen de la violencia de género.
Me
acuerdo una vez más de ese primer Boca-River que fui a ver. Pienso en el ritual
de masculinidad que escondía esa noche, los días subsiguientes, ese verano.
Putear, bancarse gases lacrimógenos, ver quién era menos puto y menos cagón.
Investigando
para esta nota, una compañera me comparte una cita de Eleonor Faur que dice lo
que tengo en la punta de la lengua: “los dichos de Tevez no sólo hablan de
la homosexualidad. Además, confirman que la masculinidad se construye como
negación, afirmando aquello que los varones NO son ni deben ser: mujeres, niños
y gays. Simple: porque en sus cánones, valen menos que varón”.
Pienso
que hace tiempo estoy esperando, iluso, que alguna vez alguien responda como en
la utopía que imaginé. Tal vez cuando eso suceda se comience a poner seriamente
sobre la mesa y en todos los círculos un debate que ya es impostergable.
ACTIVIDADES
A.
Pensamos en grupo las siguientes preguntas, cuyas respuestas u opiniones que
nos disparen, vamos a compartir con todo el curso:
1- ¿Por qué les
parece que en los ámbitos masculinos, como el fútbol, las canciones tienen
contenido sexista y homofóbico en torno a la sexualidad?
2- ¿Por qué
situación de riesgo pasa el personaje?
3-Reconocer, a
lo largo de todo el texto, palabras que puedan asociarse a la violencia y la
competitividad. Explicar qué relación hay entre estas palabras y los mandatos
de masculinidad. (competencia / burla /estigmas de las masculinidades
hegemónicas hacia sus rivales).
4-¿Qué mandatos
de masculinidad subyacen en lo que dijo Tévez? ¿Qué riesgo que él quiere evitar
ve para su hijo? ¿Vos pensás como Tévez o pensás diferente? Poné tu opinión .
5-¿Por qué
pensás que los conductores no criticaron a Tévez?
B.
Por grupos escribir una anécdota -que hayan vivido o
que esté inventada en el momento- en donde se revierta una situación machista /
homofóbica / de mandatos de masculinidad tradicional / etc.
C.
Plenario donde se leen todas las anécdotas que escribió cada grupo