domingo, 16 de agosto de 2020

ECONOMÍA ARGENTINA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX:




El actual territorio argentino era, en los siglos XVIII y XIX, una extensión enorme y de muy escasa población. No se llegó al millón de habitantes hasta la segunda mitad del siglo XIX. O sea que por entonces todo el país tenía la tercera parte de la población que hoy tiene CABA, o la mitad de la que hoy tiene La Matanza. Los caminos eran pocos y malos. Los ríos navegables siempre fueron pocos, y se concentran en el Este del país.  Los puertos eran escasos y muy malos, y de hecho la ciudad de Buenos Aires, donde se encontraba la aduana por la que debía pasar el comercio exterior, fue fundada junto a un río, el Río de la Plata, enorme pero de escasa profundidad, por lo que la carga y descarga se hacía con carretones que ingresaban al río y se acercaban a los barcos. 
Los barcos que intentaban llegar hasta la ciudad solían encallar, como le pasó durante las invasiones inglesas de 1806-07 a un navío británico que fue tomado por una carga de caballería gaucha cuando estaba inmovilizado en el barro del fondo del río.


 El Río de la Plata. La zona oscura en marrón y en azul es profunda, es el cauce central del río. 
La zona de color blanco amarillento tiene muy poca profundidad. A veces incluso, en algunas áreas, se hace pie.


El país era una enorme extensión casi despoblada con un puñado de centros urbanos de unos pocos miles de habitantes: a fines del siglo XVIII la ciudad de Buenos Aires tenía menos de 50.000 habitantes, mientras que Tucumán andaba por los 5.000

La agricultura sólo tenía sentido en las zonas que rodeaban esos pequeños núcleos urbanos. Para cultivar más lejos no  había ni mano de obra ni transportes para llevar a los poblados esa eventual producción. 


En la zona pampeana, la actividad principal fue durante mucho tiempo la ganadería, y de hecho había probablemente más caballos, vacas y ovejas que seres humanos. La utilidad de ese ganado era también limitada, ya que no había forma de conservar la carne, al no haberse inventado las heladeras o los freezers. 
El tasajo son tiras de carne vacuna  secadas con sal


En las vaquerías del siglo XVIII, expediciones en las que un grupo de gauchos se adentraba en las pampas para matar vacas, se aprovechaba sobre todo el cuero. La mayor parte de la carne quedaba en el campo como festín de los caranchos y otros animales carroñeros.

Recién a comienzos del siglo XIX aparecen los saladeros, establecimientos “industriales” que salaban la carne permitiendo su conservación sin frío. La carne salada fue consumida en estas tierras, pero fue un producto de exportación limitado, pues no era demasiado aceptada en los mercados europeos, aunque encontró mercados en diversos países de América Latina.


En torno a 1830-40 comienza a aparecer una explotación ganadera nueva, al aumentar la demanda europea de lana. En las pampas argentinas se desarrolla entonces la cría de la oveja, tras mejorar la calidad de las ovejas locales mediante cruzamientos con ovejas europeas, y esto permite disponer de un nuevo producto exportable.

Este panorama se mantuvo durante mucho tiempo. Recién en 1875-76 comienza Argentina a exportar trigo y carne congelada. Hasta ese momento la lana y el cuero seguían siendo los principales productos de exportación. 



EN TIEMPOS DE ROSAS: LA LEY DE ADUANA


Una de las medidas más interesantes de Rosas en referencia a la economía fue la Ley de Aduanas de 1835. Las críticas reiteradas del interior –en especial del Litoral- contra el libre comercio usufructuado por Buenos Aires, movió a Rosas a promulgar la ley de aduana el 18 de diciembre de 1835.

La medida constituyó un aporte para el desarrollo de la producción del interior, deteniendo la ruina de las industrias artesanales regionales. La ley establecía el cobro de fuertes derechos a la introducción de mercaderías que pudieran significar una competencia para la producción local.

Además, la ley regulaba la entrada de determinados productos, pudiendo prohibir la introducción de algunos de ellos, como sucedió con los herrajes, frenos, espuelas, maíz, porotos, etcétera de acuerdo con las necesidades del mercado interno.

 
EL PROBLEMA DE LA ADUANA Y SUS RECURSOS


Los gobiernos necesitan dinero para funcionar, y ese dinero lo obtienen cobrando impuestos. La inmensa mayoría del dinero que se recaudaba en el siglo XIX tenía un único origen: los tributos que pagaban en la aduana de Buenos Aires los que exportaban o importaban. Por esa aduana pasaban los productores de todo el país, y también las importaciones que se dirigían a todo el país.

Pero el dinero se manejaba localmente. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la aduana era controlada por el gobierno de Buenos Aires. El que tenía la aduana tenía el dinero. Las provincias del interior reclamaban la nacionalización de esa aduana, lo cual no se logra hasta la instalación de un gobierno central fuerte en el último tercio del siglo XIX.



LA ECONOMÍA ROSISTA: LOS PRIVILEGIOS DE LA CIUDAD-PUERTO


Política y económicamente considerados, los federales eran representantes del sector ganadero y en menor medida del agrícola. En general la dirigencia federal estaba integrada por ricos terratenientes y estancieros. Sin embargo, los federales no sólo se conectaban con su propio grupo social, también se hallaban ligados a los sectores socialmente bajos tanto del ámbito rural como del urbano, constituyéndose en depositarios de sus inquietudes sociales y políticas.

El programa político de los federales apuntaba a defender las autonomías provinciales. Si embargo, no lograron constituir un partido federal nacional: se oponían a ello los agudos y a veces antagónicos intereses y particularismos regionales.



Los federales porteños (rosistas) se oponían a la nacionalización de la aduana pues de concretarse, la ciudad-puerto perdería su posición de privilegio con respecto al resto de las provincias argentinas. En este sentido es lícito hablar de la “dictadura del puerto de Buenos Aires” que convertía a la ciudad porteña en cabeza económica y financiera del resto de las provincias, ejerciendo un fuerte poder hegemónico.

El programa económico de los federales porteños pasaba por la expansión de la ganadería y la agricultura. Sostenía que en el desarrollo de las actividades rurales residía la riqueza del país más que en el comercio como sostenían los unitarios.



LA CRECIENTE PROSPERIDAD DE L0S COMERCIANTES INGLESES


Los británicos residentes en Buenos Aires constituían una comunidad cuyo prestigio, influencia y prosperidad fue en aumento. En sus manos se centraba el manejo de las exportaciones y el control de los precios ya que estaban en condiciones de nivelar la oferta con el consumo, con lo cual podían mantener los precios a niveles constantes sin las naturales fluctuaciones de la oferta y la demanda. Por otra parte, la crónica escasez de moneda (no olvidemos la desmonetización de la economía por la pérdida del Alto Perú y sus minas del Potosí) hizo que éstos comerciantes extranjeros pudieran dominar la entrada de moneda con lo  cual acentuaban el control de los mercados locales. Inglaterra se veía favorecida por el Tratado de Amistad y Comercio firmado con las autoridades argentinas en 1825, les daba un trato preferencial a los comerciantes de ese país en todas las transacciones que realizaban.

Hasta 1850, los productos más comprados por los comerciantes ingleses eran el cuero, la lana y la carne salada. También comenzaron a invertir en tierras, pero hasta la fecha mencionada, esas inversiones no fueron significativas.



EL SALADERO, UNA INDUSTRIA EN EXPANSIÓN



A partir de la consolidación del régimen rosista las actividades rurales se expandieron. La ganadería prosperaba por la demanda de cueros, sebo y tasajo (carne salada con la que se alimentaba a los negros esclavos del Brasil y el Caribe). La de los saladeros fue la actividad que evidenció mayor crecimiento.

Los primeros saladeros fueron instalados por los comerciantes ingleses en la época de la Revolución de Mayo. Hacia 1815, la firma “Rosas, Terrero y Cia.” abrió un saladero en “Las Higueritas”, partido de Quilmes. Las buenas utilidades obtenidas permitieron la apertura de otros establecimientos en las vecindades.

Un saladero necesita puertos, sal, peones y tierras. El puerto principal usado para la exportación de tasajo era el de la Ensenada. En cuanto a la sal, se organizaron expediciones a las salinas “rionegrinas”, para lo cual era forzoso remontar el Río Negro.

El gaucho, imprescindible para las tareas ganaderas, desdeñaba el trabajo fijo y en condiciones no demasiado atractivas que le proponían la estancia y los saladeros. La necesidad de mano de obra hizo que los propietarios presionaran a las autoridades para dictar una legislación compulsiva. En efecto, en 1815 se expidió un Bando –una especie de decreto- que calificaba de “vagos” y “malentretenidos” (delincuentes) a quienes no pudieran acreditar que eran propietarios o no demostraran tener un trabajo fijo. A partir de entonces, el trabajador rural estaba obligado a llevar una “papeleta” visada por su patrón y por el juez de paz.

Como vemos, al gaucho le quedaban pocas alternativas: conchabarse –es decir emplearse-, o llevar una vida de proscripto.




 Otra técnica que se usa para secar la carne es colgarla al sol. 
Así se hace el charqui en el norte argentino

CONSIGNAS:
1- ¿Qué dificultades planteaba la economía de la actual argentina en los siglo XVIII y XIX?
2- ¿Qué eran las vaquerías?
3- ¿Qué posibilidades nuevas abrieron los saladeros?
4- ¿Qué otras producciones se explotaban?
5- ¿Qué conflictos se generaron en torno al puerto y la aduana?
6- ¿Cuál era la situación de los habitantes del campo?



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