Isaac Rojas y Pedro Eugenio Aramburu
El año 1955 fue particularmente complicado para el presidente Perón. La alianza que lo había llevado al poder se estaba resquebrajando, perdiendo a sectores que no eran numerosos, pero si poderosos: militares, empresarios y la Iglesia.
EL GOLPE CÍVICO-MILITAR QUE DERROCÓ A PERÓN EL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1955
“La oposición activa contra Perón comenzó a gestarse hacia 1951, cuando sectores cívico-militares autodenominados Comandos Civiles desarrollaron acciones de sabotaje que si bien hicieron más ruido que daño, constituyeron un síntoma temprano de lo que tomaría cuerpo cuatro años más tarde, cuando el 16 de junio de 1955 se produjo el fallido bombardeo a Plaza de Mayo con la intención de matar a Perón. Fracasada la intentona golpista y tras la revancha incendiaria del mismo 16 a la noche, la crisis se encaminó por un laberíntico proceso de diálogo con las fuerzas de la oposición para impedir una confrontación de impredecibles consecuencias.
La censura parecía quedar atrás y los más importantes representantes del antiperonismo organizado vieron abiertas por primera vez en años los medios de difusión estatales para expresar sus ideas y propuestas. El cambio de actitud del gobierno, según señalan numerosos observadores, tenía una base férreamente fundada: los mandos del Ejército que lo habían salvado del derrumbe total cuando la intentona del 16 de junio, le habían impuesto ahora una tutela que el presidente debía aceptar a rajatabla.
Perón ofreció a la Iglesia que fuera el Estado quien costeara la restauración de los templos destruidos, a la vez que hacía rodar las cabezas políticas del ministro del Interior y del de Educación, hombres de reconocida posición contraria a aquella institución religiosa. También debió dejar el gobierno el titular de la Secretaría de Prensa, Apold, en un gesto que parecía anunciar una mayor libertad de expresión.
Pero los hechos ocurridos eran demasiado graves como para establecer rápidamente una línea acuerdista, y la tentación de desalojar a Perón de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real.
La oposición de derecha, alarmada porque la política distributiva del gobierno recortaba considerablemente su tasa de ganancia, y la oposición de izquierda, obnubilada por su caracterización del gobierno como fascista, coincidieron paradójicamente en una misma estrategia. De esta manera, frustrado el diálogo y una salida negociada, la suerte quedó echada.
Perón, congelada la política de ‘mano tendida’ ensayada tras la crisis de junio, regresaba a sus prácticas de discursos explosivos frente a sus seguidores. El 31 de agosto, frente a una multitudinaria concentración popular, convocaba a los peronistas a ejercer la justicia por mano propia con la fórmula del ‘cinco por uno’, que invitaba a quintuplicar las muertes de los opositores por cada uno de los propios en las luchas presentes y por venir.
Esta actitud alteró los ánimos de la sociedad y cada bando comenzó a velar sus armas. A principios del mes siguiente, varios mandos militares pasaron a una clandestinidad preparatoria de una inminente asonada militar, mientras el día 7 la CGT propiciaba formalmente la formación de milicias obreras armadas para defender a su gobierno.
Perón creía haber sido lo suficientemente previsor al reemplazar los mandos de las principales guarniciones de Buenos Aires y Campo de Mayo y colocando en su lugar a jefes militares fieles. Sólo quedaban como posibles focos de rebelión algunas unidades del interior del país, a las que en breve pensaba neutralizar. Efectivamente, sería el interior donde se iniciaría la asonada militar, pero, contrariamente a los cálculos de Perón, las neutralizadas serían las fuerzas leales.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1955, las Fuerzas Armadas iniciaron en Córdoba un movimiento destinado a derrocar a Perón, con la complacencia de un amplio espectro de partidos que iban desde el más tradicional conservadurismo hasta el Socialista. Parecía que la vieja Unión Democrática revalidaba sus títulos y pretensiones.
A la cabeza de la revuelta se hallaba el general Eduardo Lonardi, quien a las cero horas del 16 dio la luz verde a los insurrectos. El primer objetivo, la toma de la Escuela de Infantería de Córdoba, se logró tras una dura lucha de casi ocho horas de combate. Para las primeras horas de la tarde, los insurrectos controlaban varias radioemisoras y comenzaban a difundir por el país proclamas golpistas.
Mientras tanto, las guarniciones cuyanas adhirieron al movimiento y otros alzamientos militares se reprodujeron en varias provincias. Incluso algunas fracasaron, como la comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu en Curuzú Cuatiá, quien fue rodeado por tropas leales y obligado a huir.
La Marina, por entonces comandada por el almirante Isaac Rojas, se apostó, según lo convenido con sus colegas del Ejército, con varias naves bloqueando Buenos Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud
El levantamiento naval en Río Santiago fue duramente reprimido por tropas del Ejército y aviones de la Fuerza Aérea.
El golpe militar en marcha daba muestras de seriedad y coordinación, pero no lograba librarse plenamente de la resistencia de los sectores aliados. Incluso la acción de los Comandos Civiles, preparados para tomar las emisoras radiales de la Capital fueron eficazmente repelidos por la Policía Federal.
La situación se mantuvo con cierta indefinición en los siguientes dos días. El principal foco rebelde era el de Lonardi en Córdoba, razón por la cual los mandos leales a Perón proyectaron el llamado ‘Operativo Limpieza’ para reprimirlo.
Cuando todo hacía prever que Córdoba caería, la situación giró bruscamente cuando al mediodía de aquel 19 de septiembre, Perón hizo pública una carta donde aceptaba renunciamientos personales para evitar un enfrentamiento sangriento. El anuncio, que en su ambigüedad no hablaba de ceder el ejercicio de la presidencia, dejó desarmadas a las fuerzas leales y alentó a los rebeldes.
La respuesta de la Marina fue tajante: si no mediaba una inmediata capitulación de Perón y sus fuerzas, los buques de guerra bombardearían la Capital Federal. Para el día 20 se convino una reunión entre los jefes de ambos bandos para dirimir una salida. En la reunión, realizada a bordo del crucero Argentina y con la presencia del almirante Rojas, se acordó la renuncia de Perón y todo su gabinete; que Lonardi sería designado presidente provisional, y que todas las fuerzas regresarían a sus bases para esperar las órdenes del nuevo gobierno.
Tras la llegada de los emisarios de Lonardi, se acordó también cuales serían las bases de la llamada Revolución Libertadora: convocatoria a elecciones, legitimación de la Constitución de 1853 y conservación de los beneficios obtenidos por los trabajadores durante el gobierno peronista.
El 23 de septiembre, mientras Perón partía hacia el exilio a bordo de una cañonera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta, colmó la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente provisional, el general Eduardo Lonardi, que anunciaba desde los balcones de la Casa Rosada que no había ‘ni vencedores ni vencidos’.” (1)
LOS APOYOS SOCIALES AL GOLPE MILITAR:
"El 16 de septiembre de 1955 se inició el golpe de Estado que derrocaría al presidente constitucional Juan D. Perón, al Congreso de la Nación y a los gobernadores provinciales. La sublevación se inició en Córdoba, fue liderada por el general Eduardo Lonardi y se extendió hasta el 23 de septiembre. El 16 de septiembre de 1955, después de ingresar a la Escuela de Artillería en Córdoba, Lonardi se dirige al dormitorio del jefe de la unidad, y ante un amago de resistencia de éste le descerrajó un balazo. La consigna era: hay que ser brutales y proceder con la máxima energía. El golpe de Estado estaba en marcha. Sáenz Quesada narra que en la Casa Radical entregaban armas cedidas por la Fuerza Aérea para combatir a las fuerzas constitucionales.
Los mayores enfrentamientos se produjeron en Córdoba, donde hubo al menos 112 muertos. Allí, Lonardi atacó a la de Infantería, cuyos mandos no quisieron plegarse al golpe y habían decidido defender el gobierno constitucional. El mismo Eduardo Lonardi cometería el primer asesinato de la Revolución Libertadora al darle un tiro en la cabeza al jefe de la Escuela de Artillería en Córdoba, por no sumarse a la sublevación. […] El apoyo de la jerarquía católica fue decisivo. El colegio católico San José de Córdoba se había convertido en un depósito de armas, llegando a alamacenarse armas molotov en los dormitorios de los sacerdotes, y en los sótanos del seminario mayor se hacían ejercicios de tiro con fusiles.
El 17 de septiembre de 1955, el pueblo de Río Colorado sufrió el primer bombardeo por parte de las fuerzas militares que habían desatado el golpe. Ese día la infantería de marina ocupó Bahía Blanca tras bombardear la ciudad, pero tropas leales al gobierno marcharon sobre ella. También fue bombardeada por los golpistas Mar del Plata. El 18 de septiembre, Policía de la Provincia de Buenos Aires y el regimiento 7 de Infantería derrotaron a la sublevada Escuela Naval de Río Santiago.
El 19 de septiembre fueron acorraladas las tropas golpistas de Córdoba en el centro de la ciudad y su comando operativo en el Cabildo de dicha ciudad estuvo a punto de ser tomado por asalto por parte del General Miguel Iñíguez y su tropa.
Cuando el golpe parecía fracasar se dieron dos factores: una parte de la Escuadra de Mar a cargo de Isaac Rojas llegó a la altura de Pontón Escalada y lanzó su ultimátum: si Perón no renunciaba, bombardearían la ciudad de Buenos Aires y la destilería de petróleo de La Plata. Para demostrar su decisión, ordenó el bombardeo de la destilería de Mar del Plata, destruyéndola. El crucero 17 de Octubre abrió fuego desde una distancia de 9.000 metros que dio en los depósitos de combustible del puerto, que estallaron y se incendiaron, disparando 69 proyectiles, que los destruyeron por completo. Tras esa demostración de fuerza, la Armada golpista hizo conocer su ultimátum para que Perón renuncie. A partir de ese momento, «comandos civiles» comienzan a actuar realizando actos de terrorismo. Todo ello presagiaba que aun con un descontado triunfo militar por parte del Gobierno constitucional, se abría la posibilidad del desarrollo de una guerra civil. Evitando ello renunció Perón y transfirió el mando a una junta militar." (1)
“Finalmente, el día 23, Perón se refugió en la embajada de Paraguay y desde allí abandonó el país en una cañonera de esa bandera. Ese mismo día, el general Lonardi fue designado presidente provisional.
El golpe militar que derrocó al gobierno peronista contó con el apoyo de la mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas, la burguesía agraria y la industrial, gran parte de los medios, los partidos políticos de la oposición, y la Iglesia Católica. Todos estos sectores de la sociedad argentina coincidían en caracterizar al régimen peronista como una ‘dictadura totalitaria’. Por esta razón se sintieron identificados con el nombre de ‘revolución libertadora’ que los militares golpistas dieron a la intervención que quebró el régimen democrático. Los jefes militares que encabezaron el golpe se presentaron ante la sociedad como los verdaderos representantes de la democracia y la libertad.
LA QUIEBRA DEL FRENTE ANTIPERONISTA
La unidad del frente opositor antiperonista estuvo basada en dos acuerdos mínimos: la necesidad de desperonizar la sociedad argentina y la de cumplir una etapa de reorganización política conducida por las Fuerzas Armadas para concluir con un llamado a elecciones nacionales que restablecieran el régimen político democrático. Pero esta unidad comenzó a resquebrajarse cuando el gobierno ‘de facto’ asumió el control del Estado y comenzó a tomar decisiones para enfrentar los problemas políticos y económicos.
El general Lonardi era partidario, junto con algunos miembros de su gabinete, de establecer acuerdos con sectores del gobierno depuesto. Pero esta posición no era representativa de los sectores sociales más poderosos que habían apoyado el golpe, ni contaba con el acuerdo de los otros jefes militares golpistas. El almirante Rojas (que además de vicepresidente y vocero de la armada era el presidente de una Junta Consultiva integrada por representantes de los partidos antes opositores) no estaba dispuesto a aceptar ningún tipo de acercamiento ni acuerdo con sectores peronistas. Finalmente, en noviembre de 1955, el general Lonardi fue obligado a renunciar y reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, quien asumió como presidente de la Nación.
LA JUNTA CONSULTIVA NACIONAL
La Junta Consultiva estuvo integrada por representantes de los partidos políticos que se habían opuesto al gobierno peronista: Oscar Alende y Miguel A. Zavala Ortiz, por los radicales; Américo Ghioldi, Alicia Moreau de Justo y Nicolás Repetto por el socialismo. Participaron también representantes de la democracia cristiana y los conservadores; el comunismo se negó a participar. La junta fue presidida por el almirante Rojas y tenía como finalidad reafirmar los principios liberales del gobierno provisional y consolidar un frente de fuerzas políticas que le diera sustento al gobierno de las Fuerzas Armadas. En un principio la Junta apoyó las políticas antiperonistas decididas por el régimen ‘de facto’. Pero cuando la represión antiperonista se profundizó con fusilamientos y persecuciones a militares, comenzaron a surgir diferencias entre algunos sectores políticos.
LA DECISIONES POLÍTICAS Y ECONÓMICAS DEL GOBIERNO MILITAR
Luego del desplazamiento de Lonardi, la ‘revolución libertadora’ profundizó su orientación antiperonista. El gobierno disolvió al Partido Peronista e intervino la CGT luego de que ésta convocara a una huelga general. Desde el punto de vista de los militares, estas medidas solucionaban unos problemas pero, al mismo tiempo, planteaban uno nuevo y fundamental: el de la sucesión del gobierno militar en el marco de exclusión política de un partido al que adherían sectores mayoritarios de la sociedad argentina.
En los planes económico y social, las decisiones no fueron tan contundentes como las tomadas en el plano político. El gobierno del general Aramburu estuvo marcado por su carácter provisional. Aramburu entendía que el gobierno militar debía administrar al país hasta que éste estuviera en condiciones de darse un gobierno libremente elegido y que, por esa razón, no debía tomar decisiones que limitaran la libertad de acción de aquél. Por esto, durante su gobierno no hubo definiciones en relación con cuestiones fundamentales que, por entonces, estaban en debate en la sociedad argentina. Algunas de estas cuestiones eran: liberalizar completamente la economía o mantener algún grado de dirección por parte del Estado y, en tal caso, en qué áreas; ampliar el sector nacionalizado de la economía o, por el contrario, reducirlo; propiciar en el sistema educativo la escuela oficial y laica o delegar funciones y fondos públicos a instituciones privadas, preferentemente confesionales.
Sin embargo, el gobierno no podía evitar tomar decisiones y la falta de orientación clara de las políticas públicas contribuyó a agravar los problemas económicos. Con la intención de diseñar un plan económico, el gobierno le solicitó un informe a Raúl Prebisch, un economista de la CEPAL que había presidido el Banco Central durante la presidencia del conservador Castillo.
El gobierno suprimió los controles de cambio y la comercialización de las exportaciones con intervención estatal y aplicó fuertes devaluaciones que beneficiaron a la burguesía agraria más concentrada. También congeló los salarios y suprimió todo subsidio al consumo de los sectores populares. Mantuvo la política petrolera y, aunque no impulsó ningún plan para atraer inversiones extranjeras, el gobierno gestionó y logró la incorporación de la Argentina al Fondo Monetario Internacional (FMI), situación que abrió nuevas posibilidades de financiamiento externo. Como resultado de estas medidas, los años de gobierno militar significaron un estancamiento del sector industrial y una importante transferencia de ingresos hacia el sector agropecuario. Sin embargo, la falta de un plan económico con objetivos definidos tuvo como resultado, hacia 1958, saldos cada vez más deficitarios de la balanza comercial y una inflación descontrolada.“(2)
NOTAS:
(1): Felipe Pigna: “El golpe cívico-militar que derrocó a Perón el 16 de septiembre de 1955”
https://www.elhistoriador.com.ar/la-autodenominada-revolucion-libertadora/
(2): Alonso y Vázquez: “La Argentina contemporánea, 1852-1999”, Aique editorial, 2008, pags. 170 a 171.
CONSIGNAS:
1- ¿Qué nuevas características adoptará la oposición en 1951-55?
2- ¿Cuál fue el efecto sobre el gobierno del bombardeo a Plaza de Mayo de junio de 1955?
3- ¿Cuáal fue la reacción de la oposición ante los intentos dialoguistas del gobierno?
4- a) ¿Quiénes y cómo realizaron el golpe que comenzó el 16 de septiembre de 1955?; b) ¿Cómo se desarrollaron los acontecimientos entre el 16 y el 23 de septiembre?
5- ¿En qué sectores se dividían los golpistas, y qué objetivos tenía cada uno?
6- ¿Qué era la "Junta Consultiva Nacional" y quiénes la integraban?
7- a)¿Cuál era la política social y económica de la "Libertadora"?; b)¿Qué similitudes y diferencias tenía con el peronismo?
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