LOS EJÉRCITOS DE LA INDEPENDENCIA
Las guerras de independencia fueron
crueles, y las batallas heroicas. Pero no todos los americanos combatieron por
ideales políticos. Los criollos tuvieron que movilizar a los negros, los indios
y los mestizos; lo hicieron sin ceder por ello ninguno de sus instrumentos de
poder ni permitir que ninguno de esos grupos librase una revolución autónoma.
En general las masas tuvieron que ser
reclutadas a la fuerza, siempre que se pudieran capturar antes de que huyeran a
los montes o a los bosques. También a los monárquicos les resultó difícil
conseguir reclutas tanto en España como en América, y, en último extremo, su
derrota se debió en parte a la imposibilidad de recibir continuos refuerzos
desde la metrópoli.
Se reclutaron soldados entre los esclavos
negros, a los que se ofrecía la manumisión a cambio de que prestasen sus
servicios en los ejércitos revolucionarios. Se trataba de una forma limitada de
libertad. El mismo Bolívar, un auténtico humanista, hizo depender la
emancipación de la participación activa, aunque sin demasiado éxito. A los
esclavos no les interesaba tomar parte en la guerra de los criollos, aunque
estaba claro que unirse a los monárquicos tampoco les serviría de casi nada.
San Martín afirmó que ‘el mejor soldado de
infantería con el que contamos es el negro y el mulato’. Antiguos esclavos
formaron parte importante del Ejército de los Andes que liberó Chile (1.500 de
un total de 5.000), así como del ejército del General Sucre que completó la liberación de Perú en la
batalla de Ayacucho. No obstante , para conseguir la libertad de esta forma
tenían que pagar un alto precio; al ser soldados de infantería, los negros eran
los que sufrían el mayor número de bajas.
Los indios intentaron evitar tomar parte en
la lucha o bien combatieron en ambos bandos por simple oportunismo. Los
araucanos del sur de Chile se limitaron a convertir su resistencia al poder
imperial en su hostilidad a las nuevas clases dominantes. Los indios del Perú sufrieron los saqueos y
pillajes de ambos bandos; se vieron obligados a combatir junto a los que
dominaban una región en particular, resultando posteriormente castigados si
ganaba el enemigo. Tanto un bando como
el otro trató a los indios como siervos , transformando los servicios
personales que se les exigía en tiempos de paz en un servicio militar en
tiempos de guerra.
Básicamente, la minoría blanca de Perú
temía a los negros y los indios. Los habitantes de Lima se sintieron aterrados cuando el Virrey español decidió abandonar la
capital en julio de 1821; temía que la población esclava pudiera sublevarse
contra los blancos y que los indios y las guerrillas de las regiones próximas
pudieran invadir la ciudad una vez que se hubieran marchado las tropas
españolas. Los ciudadanos destacados invitaron al General San Martín a entrar a
Lima y ocuparla, pero en realidad buscaban más protección que liberación.
También en el Alto Perú los criollos temían
la emancipación de los indios. La élite local de propietarios de minas,
terratenientes y burócratas se volvía en contra de los ejércitos liberadores
enviados desde Buenos Aires y apoyó a las fuerzas de seguridad contra las
guerrillas patriotas. Se mostraron abiertamente realistas hasta que, en 1825,
se vieron liberados a la fuerza por el ejército colombiano del General Sucre,
heredando así una independencia por la que no habían luchado.
Allí donde el temor de los criollos hacia
las masas indígenas les hacía buscar la protección del ejército español, la lucha por la independencia no podía
avanzar sin un cierto estímulo externo. Algunos países como las Provincias
Unidas del Río de la Plata (Argentina), estaban en situación de ofrecerlo;
otros, como Perú, lo necesitaban.
UNA REVOLUCIÓN CONSERVADORA:
La independencia fue un movimiento
político, en el que una clase dominante
nacional sustituyó en el poder a los gobernantes imperiales, con sólo
pequeños cambios en la organización económica y en la estructura social. La
América española rechazó la monarquía, pero buscó luego poderosos sustitutos. A
pesar de ser él mismo partidario de la república, Simón Bolívar se mostró
claramente a favor de una forma de despotismo ilustrado. Asustado ante loa
falta de experiencia de autogobierno de
sus compatriotas y ante la anarquía y
los conflictos sociales que se desencadenaron, intento frenar a las fuerzas
del desorden imponiendo toda una serie
de constituciones autoritarias. En su analítica y autocrítica CARTA DE JAMAICA
de 1815, escribió: ‘Los acontecimientos de Tierra Firme (la parte septentrional
de América del Sud) han demostrado que las instituciones plenamente
representativas no se adecúan a nuestro carácter, costumbres, y actual grado de
conocimiento’. Cuatro años después, en su famosa DECLACIÓNDE ANGOSTURA ,
afirmaba: ‘La libertad total y la democracia absoluta no son sino arrecifes
contra los que se han estrellado todas las esperanzas republicanas… que el
poder legislativo renuncie a todos los poderes que de hecho corresponden al
ejecutivo ‘.
En más de una ocasión, y tanto en Venezuela
como en Perú, Ecuador y Colombia, se vio
él mismo obligado a asumir poderes dictatoriales, bien para acabar con la
anarquía o bien para derrotar al enemigo español. El esfuerzo de Bolívar por
establecer un poder ejecutivo fuerte duró más que la propia guerra. Sus propios
puntos de vista constitucionales quedaron reflejados en la Constitución que
dictó para Bolivia en 1826. En este documento se preveía la existencia de un
Presidente que no solo mantenía dicho cargo por toda la vida, sino que también
tendría derecho a elegir sucesor. ‘Esta autoridad suprema debería ser
perpetua’, escribió Bolívar, evitando así ‘el cambio de administración
provocado por el gobierno de los partidos y la agitación que provocan las elecciones
demasiado frecuentes’. Así de realista se mostró Bolívar, cuyos ideales
democráticos se habían visto templados por la necesidad de combatir la
decepción y la anarquía, aunque conviene señalar que en la existencia de un
gobierno fuerte no sólo un instrumento de autoridad, sino también de reforma.
Los pioneros de la independencia, los
intelectuales, burócratas y políticos profesionales dieron pronto paso a los
’caudillos’, cuya supremacía se basaba en el poder personal. Aunque originalmente era solo un líder
bélico, la figura del caudillo empezó a desempeñar pronto otros papeles.
Representaba poderosos intereses económicos, con frecuencia de carácter
regional. Era el cacique, el que repartía cargos y tierras, el vértice una red
de intereses basada en el clientelismo. Las décadas que siguieron a la
independencia fueron la era clásica del caudillismo primitivo, cuando Juan
Manuel de Rosas (en Argentina), José Antonio Páez (en Venezuela) y Antonio
López de Santa Anna (en México) gobernaron naciones enteras como si fueran
grandes haciendas. Los caudillos fueron creados
y se vieron en último extremo controlados por la nueva clase dominante.
Pero incluso cuando se veían sometidos a normas legales o reemplazados por modelos
constitucionales, estos apenas tenían validez. El derecho al voto se vio con
frecuencia limitado a los que sabían leer y escribir y poseían propiedades. El
poder legislativo era débil y el ejecutivo se encarnaba en presidentes
extremadamente fuertes, como por ejemplo en Chile. Pero, fuera cual fuera el
sistema de gobierno, reflejaba la economía y la sociedad dominantes y no
aspiraba a cambiarlas.
La independencia destruyó el monopolio
colonial y abrió los puertos de la América española al comercio con todo el
mundo. Este fue un proceso inevitable, pero no plenamente positivo. Las guerras
habían acabado con muchas vidas y destruido numerosas propiedades; el terror y
la inseguridad provocaron una huida de capital y mano de obra, lo que dificultó
la diversificación de la economía. Los principales propietarios de capital –la
Iglesia y los comerciantes- apenas se sentían estimulados para invertir en la
industria, dada la inexistencia de un mercado fuerte y protegido. Resultaba más
fácil permitir que las necesidades nacionales fueran satisfechas por los fabricantes ingleses. Y tras los fabricantes
ingleses vinieron los comerciantes, los exportadores, y más adelante los
banqueros ingleses, que llenaron el vacío empresarial dejado por España.
Como es lógico, los intereses extranjeros
no pudieron controlar totalmente las economías nacionales; la política la
dictaban los nuevos gobernantes y grupos de intereses. Estos intentaron
transformar su centro particular en una nueva metrópoli y reducir las restantes
regiones a una dependencia continuada.
Las subregiones intentaron proteger sus economías insistiendo en diversos
grados de autonomía: Uruguay y Paraguay optaron por la independencia completa
de Buenos Aires; las provincias interiores de Argentina eligieron el
federalismo. En todo el resto de la América Española, como por ejemplo México,
las industrias artesanales quedaron arrasadas por la competencia extranjera y,
aunque normalmente continuaron la producción, no consiguieron la protección que
exigían. As{i pues, las economías nacionales se vieron originalmente divididas
por las rivalidades internas, por los conflictos entre los agricultores –en
busca de salidas para sus exportaciones-, y los intereses de la industria y de
la minería. Los que vencieron al final fueron los partidarios de las exportaciones
y de las importaciones baratas, algo de lo
que supieron aprovecharse los comerciantes ingleses.
En consecuencia, la institución económica
básica fue la HACIENDA, una organizaci{on relativamente ineficaz que absorbía
demasiada tierra y demasiado poco capital y que dependía en último extremo de
una mano de obra barata, de carácter servil o estacional. Pero la hacienda era
también una forma de organización social y política, un medio de control y una
cantera para la formación de los nuevos dirigentes. La elite independentista
buscó su apoyo económico en las haciendas. Los terratenientes desplazaron a los
sectores coloniales urbanos de la minería, del comercio y la burocracia, y
también a los primeros gobernantes republicanos, a los políticos profesionales y
militares que habían hecho carrera gracias a la revolución y cuya tendencias
liberales tuvieron que dar paso a regímenes más conservadores”.
Texto tomado de:
Enciclopedia de Latinoamérica, Universidad
de Cambridge, II, Historia, Debate, Barcelona, 1987, pags. 69, 70 y 71
CONSIGNAS:
1-
¿Cuál fue la participación de
“negros” e” indios” en las guerras de independencia? ¿Por qué?
2-
Comparar la actitud frente a la
independencia existente en Perú, Alto Perú y Río de la Plata.
3-
A)¿Cuáles eran, para Bolívar,
los modelos políticos más apropiados al continente?; b)¿Por qué se habla de una
“Revolución conservadora”?
4-
¿Qué papel ocuparon los
‘caudillos’ en América?
5-
A partir de los últimos tres
párrafos del texto, explicá cómo se produjo la inserción de América Latina
dentro de la economía mundial.
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