lunes, 8 de mayo de 2023

CUADERNILLO DE HISTORIA DE TERCERO II GUERRAS CIVILES

 

CUADERNILLO DE HISTORIA DE TERCERO   II GUERRAS CIVILES

 

ARTIGAS Y EL ORIGEN DEL FEDERALISMO ARGENTINO

 

 

EL PROYECTO FEDERALISTA

 

El proyecto constitucional de Artigas surgió como una consecuencia lógica de la experiencia de sus desencuentros con los gobiernos porteños y de la desconfianza hacia Buenos Aires.

 

‘En el federalismo oriental existe primero una actitud autónoma ya manifestada en la reiniciación de la lucha contra la invasión portuguesa y la ocupación realista de la Banda Oriental, que posteriormente adopta su expresión ideológica en una doctrina federal. Las Instrucciones del año 13, sistematizaron  esa doctrina de acuerdo con la realidad que vivía el pueblo oriental, tomando como fuentes los textos del constitucionalismo norteamericano (…)”

 

El objetivo de los diputados orientales era  “la declaración absoluta de la independencia de la Corona de España y familia de los Borbones”. Como forma de Estado se establecía: “No admitirán otro sistema que el de la Confederación para el pacto recíproco con las Provincias que formen nuestro Estado”. En concordancia con este principio, las Instrucciones decían que: “El Gobierno Supremo entenderá solamente en los negocios generales del Estado. El resto es peculiar de cada Gobierno de cada Provincia”. “Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia<, todo poder, jurisdicción y derecho , que no es delegado expresamente por la confederación a las Provincias Unidas, que decidirán juntas en Congreso”. (R. Torres Molina, Unitarios y federales en la historia argentina, 1986, cap.IV)

 

La Asamblea de 1813 rechazó la incorporación de los diputados orientales por razones formales. En el fondo, se trataba del rechazo a los principios contenidos (en) las Instrucciones, en particular la exigencia de inmediata declaración de independencia y organización de un estado bajo la forma confederal, a la cual se añadía la clausula de que la capital debía establecerse en otra ciudad que no fuera Buenos Aires.

 

  Fue el comienzo de una larga disputa que condujo a la formación de la Liga Federal, integrada por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, junto a la Banda Oriental y Misiones, bajo la protección de Artigas.

 

IGUALDAD  Y REFORMA SOCIAL

 

Una preocupación constante de Artigas fue impartir justicia con un sentido igualitario. ‘No hay que invertir el orden de la justicia; (hay que) mirar por los infelices y no desampararlos sin más delito que su miseria’ le recomendaba al gobernador de Corrientes, expresando su desdén por los privilegios aristocráticos: ‘olvidemos esa maldita costumbre que los engrandecimientos nacen de la cuna’. Con relación a los pueblos indios, en sus instrucciones para que ‘se gobiernen por si’ eligiendo sus propios administradores, le recordaba al gobernador ‘que ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa para nosotros ‘ mantenerlos excluidos ‘por ser indianos’.

 

Artigas asumió de manera integral los principios liberales y republicanos de la emancipación, que las elites aceptaban con muchas reservas. En su modo de ver confluían las costumbres de la pampas con las lecturas de Rousseau. El orgullo de  hombres libres de los gauchos era congruente con la orientación democrática de la Revolución. Con el asesoramiento de su sobrino el cura Monterroso, interesándose por el sistema federal norteamericano, Artigas expresó una síntesis del sentido común popular con las doctrinas progresistas de su tiempo y reclamó fundar el poder político en los derechos de representación de los individuos y de las regiones, todos en pie de igualdad.

 

Esto es notable en las acciones del gobierno que impulsó, y en particular en su famoso plan agrario. Las comunicaciones del Protector con el Cabildo de Montevideo, al que el mismo asignó un rol eminente sabiendo que representaba al sector de los propietarios, reflejan su firme pero prudente relación con la elite y las reticencias de ésta ante las medidas radicales. Dada la necesidad de repoblar y poner en producción campos asolados por la guerra, el Protector instó al Cabildo a emplazar a los hacendados a hacerlo so pena de poner las tierras en otras manos, ante lo cual, tras algunas dilaciones, aquel emitió un bando sin poner plazo y omitiendo las sanciones. Días después Artigas dictó personalmente el REGLAMENTO DE TIERRAS de 1815. Si bien antes había otorgado posesiones a sus partidarios y ocupado campos de adversarios de la revolución, ahora se trataba de establecer un nuevo orden rural, recuperar la ganadería, poblar y distribuir la propiedad con el criterio de que ‘los m{as infelices sean los más privilegiados’. Las tierras no ocupadas y las confiscadas a los ‘malos europeos y peores americanos’ debían repartirse en suertes de estancia a los solicitantes, con carácter de donación, dando preferencia a los negros libres, zambos, indios y criollos pobres.

 

En el mismo Reglamento se preveía la aprehensión de vagos para remitirlos al servicio de las armas, y la papeleta que los patrones debían dar a sus peones. Era la política habitual de control de los gauchos, pero en un marco diferente, en el que la obligación de trabajar iba aparejada con la posibilidad de adquirir tierra. En circunstancias en que urgía regenerar la explotación del campo y se compelía a los estancieros a producir, era razonable exigir una ocupación regular a los proletarios rurales.

 

La aplicación del Reglamento, resistida y demorada por el Cabildo, afectaba una enorme extensión territorial y fue por cierto conflictiva. Estaban en juego los intereses de grandes latifundistas, incluso porteños. La independencia, como todas las revoluciones, había engendrado un alzamiento popular que se tornaba amenazante para los viejos y nuevos grupos dirigentes, y el director Pueyrredón acordó consentir la invasión portuguesa a la Banda Oriental para liquidare ese peligro.

 

Debilitado en la relación de fuerzas, la inflexibilidad de Artigas lo perdió. Fue traicionado por sus subordinados, los caudillos del litoral Ramírez y Estanislao López. Acudió por fin al asilo del dictador Francia, creyendo que podrían coincidir contra el centralismo porteño o esperando tal vez un cambio de gobierno. Al morir el Supremo en 1840, Artigas fue detenido preventivamente –pues, a pesar de su avanzada edad, algunos lo querían como sucesor- hasta que el presidente paraguayo Carlos Antonio López lo reivindicó.

 

 

 

Texto tomado de:

 

HISTORIA ARGENTINA, Secretaría Académica de la Universidad Nacional de La Matanza, La Matanza, 2006. Pags.42-44

 

http://cronicasdesiwenna.blogspot.com/2023/03/artigas-y-el-origen-del-federalismo.html

 

“PUEBLO”, GAUCHOS Y CAUDILLOS:

 

 

 

A)     LOS CAUDILLOS SEGÚN ALAIN ROUQUIE:

 

“En el siglo XIX el poder local, regional e incluso nacional de América Latina generalmente está en manos de sujetos todopoderosos. El caudillismo nace de la descomposición del Estado después de la caída de las autoridades coloniales […]Son señores de la guerra que en los turbulentos días posteriores a la independencia se tallan su feudo a punta de espada.

El vacío institucional y el desierto administrativo generan situaciones casi espontáneas de preponderancia y patrimonialismo […] La fuerza centrífuga del caudillismo lleva en sí el germen del desmembramiento del Estado, salvo que aparezca un caudillo unificador para imponer su ley, sea aplastando por las armas a los señores alborotadores sea asentando su proyecto centralista sobre una red de vasallos.

[…]los que se imponen son los más enérgicos, los más violentos conductores de hombres. La base de la estructura política son los vínculos personales, la lealtad a aquel que puede ofrecer una cierta medida de protección. Su clientela de allegados incluye a todos los que se deben su trabajo, dinero o simplemente un favor. Así se crea un vínculo de reciprocidad desigual entre el poderoso y sus dependientes. Estos dictadores de “carácter rupestre”, al decir de García Márquez, se mantienen en el poder mediante la combinación de astucia, violencia y corrupción. Al querer aplicar el sistema de la hacienda en un nivel nacional privatizan el poder político […] evoca un poder personal elevado a su máxima verdad, eficiencia y alcance. Debido a su permanencia e impunidad, estos tiranos rústicos suelen confundir la cosa pública con su propiedad y el tesoro público con sus arcas privadas”

 

Alain Rouquie: “Extremos Occidente. Introducción a la América Latina”

 

B)      LOS CAUDILLOS SEGÚN FÉLIX LUNA:

 

“Ellos hicieron efectiva la vigencia del principio igualitario y democrático contenido en la intención más genuina de la Revolución de Mayo. La equivalencia de un voto por una lanza puede parecer bárbara a nuestros ojos. Pero era la única posible en una sociedad que reconocía la igualdad de cada hombre con otro y no disponía de los medios para establecer el pacífico juego político de mayorías y minorías. “Naides más que naides”: la vieja consigna montonera traducía un sentimiento muy criollo en el reconocimiento de cada paisano. Y se enfrentaba a la antigua modalidad colonial –continuada por las minorías dirigentes porteñas- de atribuir la calidad de “pueblo” a “la parte más sana y principal de la población”.

El caudillo era el Gobernador. No ejercía solamente el poder ejecutivo. Era, a la vez, legislador y juez, además de jefe militar y dirigente político supremo. Y sobre todo, existía confianza, consenso en la representatividad del caudillo. Porque aquí radica la clave de su vigencia: el caudillo representaba real y verdaderamente a los suyos […]. En los caudillos-gobernadores la representatividad era la fuente más directa de legitimidad”

 

Félix Luna: “Los caudillos”

 

C)      UNITARIOS Y FEDERALES: ASPIRACIONES E IDEOLOGÍA

 

“Los unitarios representaban el ideal del progreso. Pero progreso al modo unitario era ligar estrechamente los intereses del país al capital extranjero y copiar sus formas e instituciones políticas y sociales. Estaban resueltos a destruir las formas semifeudales heredadas de la Colonia, pero fueron incapaces de dar bases ciertas y reales del nuevo orden que pretendieron instaurar.

La ideología unitaria era un visión fluctuante entre la realidad y la fantasía propia de un sector integrado por comerciantes, intelectuales y funcionarios. No había en ellos una relación directa con las fuerzas naturales, de ahí que sus vidas estuvieran condicionadas por una visión idealista, desprendida de la realidad. Su fe inquebrantable en los valores de la civilización europea los llevó a la creencia absoluta de la ley y la Constitución., convencidos de que el país podía gobernarse por un sistema de ideas generales. En el fondo, muchas de sus creencias eran abstracciones; por eso fueron despiadados con las tradiciones y las costumbres de los hombres concretos que formaban su pueblo. Teóricos en un país aislado por la distancia y la soledad, no pudieron comprender que sin la conformidad de los lejanos e incultos pueblos del interior no podía haber unidad, y no la hubo.

La democracia doctrinaria propiciada por los hombres de Buenos Aires, encontró su respuesta en otra forma política más en consonancia con la realidad de la vida rural argentina. La NACIÓN, tan pacientemente planeada por los unitario, no era para los FEDERALES más que una abstracción creada para servir los privilegios de sus autores. De ahí surge una tendencia enraizada en la tierra natal, hábilmente explotada por los caudillos para para asegurar sus supremacías. El criollaje del interior tiene su propia valoración de los hechos políticos: el federalismo los resumía. Sólo a través de él la desdibujada imagen de la nación cobraba forma. Para ellos, los cauces institucionales sólo podían conducirse a través del sistema federal. No se equivocaban: el ideal de la federación, en la manera y el sentir del paisano argentino, era mucho más que un recurso institucional, era la expresión del carácter nacional fundido con el modo de ver y sentir el país.

El enfrentamiento entre unitarios y federales encontró, en el Congreso de 1824, el campo propicio para la discusión pública. La incorporación de los teóricos del federalismo: Dorrego, Moreno, Ugarteche, Cavia, no pudo contrarrestar la habilidad y el innegable talento de los representantes unitarios: Agüero, Gómez, Castro, los Varela, Del Carril. Pero no es en el recinto legislativo donde los federales ganarían sus batallas. Hombres que no eran ni doctores ni militares de alta graduación, se encargarían de hacerlo a su modo. López, Bustos, Quiroga, Ibarra, Aldao, tenían la ventaja del contacto con el pueblo que representaban. Y aún desconociendo la esencia de las ideas políticas que decían defender, supieron expresar, a veces salvaje y anárquicamente, sus aspiraciones vernáculas.

La IDEA UNITARIA y el SENIMIENTO FEDERAL conformaron el basamento que dividió al país durante muchas décadas. Sin embargo, unos y otros tenían sus razones. Los dos juntos constituyeron la realidad del país”

 

Juan Antonio Bustinza: “Historia de las instituciones. Argentina y América”.

 

D)     LOS UNITARIOS VISTOS POR SARMIENTO:

 

“Me parece que entre cien argentinos reunidos yo diría: éste es unitario. El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta; no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio; habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas, invariables; y en la víspera de una batalla se ocupará todavía de discutir en toda forma un reglamento o de establecer una nueva formalidad legal; porque las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos, la Constitución, las garantías individuales. Su religión es el porvenir de la República, cuya imagen colosal, indefinible, pero grandiosa y sublime, se le aparece a todas horas… y no le deja ocuparse de los hechos que presencia… Es imposible imaginar una generación más razonadora, más deductiva, más emprendedora, y que haya carecido en más alto grado de sentido práctico”.

 

Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas, edición de 1949, tomo VII

 

 

CONSIGNAS:

 

 

PARTE A:

 

Según Alain Rouquie:

 

1-      ¿Cómo y por qué surgieron los caudillos?

 

2-      ¿Cómo conseguían lealtades y establecían la base de su poder?

 

3-      ¿Por qué afirman que los caudillos “privatizaron el poder político”?

 

4-      La opinión del autor: ¿Destaca algún elemento positivo en los caudillos? ¿Cuál?

 

 

PARTE B:

 

Según Félix Luna

 

5-      Senalá qué aspectos positivos y negativos destaca el autor en referencia a los caudillos.

 

6-      Explicá la concepción de “pueblo” de los caudillos, y la que tenían las minorías dirigentes porteñas, y vinculalas a las concepciones de las dos fuerzas políticas del momento.

 

7-      ¿Cuál de las dos perspectivas, la de Rouquié o la de Luna, te parece más equilibrada?

 

 

PARTE C:

 

8-      ¿Qué proyecto tenían los unitarios y qué críticas hace el autor a ese proyecto?

 

9-      ¿Qué perspectiva tenían los federales?

 

10-   ¿Cuáles eran las virtudes y defectos de los federales?

 

 

PARTE D:

 

11-   ¿Cómo describe Sarmiento a los unitarios?

 

12-   La opinión de Sarmiento sobre los unitarios: ¿Es positiva o negativa?.  Fundamentá.

 

13-   Para quien hace política: ¿Es bueno o malo tener esas características?.

 

http://cronicasdesiwenna.blogspot.com/2020/06/pueblo-gauchos-y-caudillos.html

 

 

 

 

 

RIVADAVIA, DORREGO Y ROSAS

 

LA MUERTE DE DORREGO Y EL ASCENSO DE ROSAS

 

 

EL GOLPE DE ESTADO UNITARIO:

 

 

En junio de 1827, cuando estaba finalizando la guerra con el Brasil por el dominio de la Banda Oriental, Bernardino Rivadavia renunció a la Presidencia de la nación. No se designó un nuevo Presidente, y después de un breve período de transición, el federal Manuel Dorrego fue elegido gobernador de la Provincia de Buenos Aires por la Junta de Representantes. Se le otorgó además el manejo de las relaciones exteriores del país, por lo que quedó a su cargo la firma de un Tratado de Paz con el Brasil. No era una tarea fácil: la renuncia de Rivadavia fue provocada justamente por el escándalo que generó un preacuerdo de paz con el vecino país que entregaba el territorio oriental a los brasileños.

 

Bernardino Rivadavia

 

 

El acuerdo al que finalmente se arribó estableció la independencia de la Banda Oriental con el nombre de República Oriental del Uruguay, resultado que era el buscado por la diplomacia inglesa, que no deseaba que el Río de la Plata fuese dominado solamente por un país.

 

Una de las primeras medidas de Dorrego fue nombrar a un prestigioso estanciero, Juan Manuel de Rosas, como comandante de las milicias de la Provincia de Buenos Aires, con el encargo específico de ocuparse del problema de la frontera con los indios.

 

En diciembre de 1828, el ejército que volvía de la campaña con el Brasil derrocó al gobierno de Dorrego, y lo fusiló en forma sumaria en la localidad de Navarro. Lavalle se propuso como gobernador ante un grupo de partidarios, que lo eligieron por aclamación. Lavalle utilizó sus tropas para reprimir sangrientamente a los partidarios de Dorrego en la provincia.

 

Manuel Dorrego y Juan Lavalle

 

 

Con parte del ejército el general José María Paz se dirigió a su Córdoba natal y a través de una serie de golpes de Estado estableció gobiernos unitarios en las provincias del centro, oeste y norte, con las que organizó la Liga Unitaria del Interior.

 

En Buenos Aires, la muerte de Dorrego dejó como jefe del partido federal a Rosas. Tras algunos meses de lucha, Rosas y Lavalle acordaron nombrar a Juan José Viamonte como gobernador interino. Viamonte era un hombre muy respetado, y si bien tenía buenas relaciones con Rosas no estaba comprometido con ninguno de los partidos en pugna.

 

Finalmente, y tras muchas discusiones respecto a la necesidad de convocar o no a nuevas elecciones, la Legislatura bonaerense, integrada por diputados elegidos antes del golpe unitario, eligió a Rosas como gobernador y le concedió en diciembre de 1829 Facultades Extraordinarias –es decir, le otorgó, además de facultades ejecutivas, algunas atribuciones judiciales y legislativas-.

 

 

 

PRIMER GOBIERNO DE ROSAS (1829-1832):

 

 

 

 

 

 Juan Manuel de Rosas

En este primer gobierno Rosas gobernó con severidad pero sin los excesos que caracterizaron su segundo gobierno.

 

Después de los graves desórdenes de 1828-29, que siguieron a la ejecución de Dorrego, Rosas apareció como la figura capaz de garantizar el orden en la provincia. Tenía 36 años y era el estanciero más rico de Buenos Aires, lo que se sumaba a su enorme prestigio.

 

Rosas integró su gabinete con figuras muy conocidas en la provincia, que pertenecían a distintos sectores políticos: Tomás Guido fue nombrado Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Manuel José García –que había trabajado con Rivadavia- fue designado para la Cartera de Hacienda, y Juan Ramón Balcarce se transformó en Ministro de Guerra.

 

Cuando Rosas asumió el gobierno, la situación económica de Buenos Aires era mala debido a las consecuencias de la guerra con el Brasil y de las guerras civiles, y empeoró a causa de una prolongada sequía. Sin embargo, Rosas logró restablecer la situación financiera bonaerense, dejando la impresión de un gobierno firme y efectivo.

 

 

 

Por otra parte, para vencer a la Liga Unitaria del Interior presidida por José María Paz, Rosas impulsó una alianza ofensivo-defensiva con Santa Fe y Entre Ríos –a la que finalmente se sumó Corrientes- conocida como Liga Federal (1831). Esta Liga se organizó en las disposiciones del Pacto Federal firmado ese mismo año, que dejó a Rosas a cargo de la representación diplomática de todas las provincias frente a las potencias extranjeras.

 

 

 

EL PACTO FEDERAL DE 1831

 

 

 

Rosas extendió su poder e influencia a través de Pactos y acuerdos, pero se negó a reunir un Congreso para dictar una Constitución. El acuerdo más importante fue el Pacto Federal de 1831.

 

“El Pacto formula una alianza que se concibe a sí misma como provisoria y que reconoce la libertad e independencia de cada una de las provincias signatarias y delega en una Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina la concertación de la paz y la guerra y la organización de la fuerza militar necesaria en caso de guerra. Es decir, las provincias signatarias se reservan para sí prácticamente todo el ejercicio de la soberanía con muy escasa delegación de poderes […] El Pacto Federal dio lugar a una tenue organización confederal […]” (1)

 

 

 

LA DERROTA DE LA LIGA UNITARIA:

 

 

 

El enfrentamiento entre las dos Ligas, que amenazaba ser largo y difícil, cambió totalmente por una situación inesperada: tropas santafesinas capturaron en El Tío al General Paz (10 de mayo de 1831), cuando el cordobés se hallaba explorando la zona. El gobernador federal de Santa Fe, Estanislao López, lo mantuvo prisionero hasta 1835, año en que lo entregó a Rosas –finalmente Paz huiría de Buenos Aires en 1839-.

 

El bando unitario nunca se recuperó de este golpe. Paz era no sólo el líder político sino la mejor carta militar que tenían. Su sucesor, Gregorio Aráoz de Lamadrid, carecía de la capacidad de éste.

 

El caudillo federal riojano Facundo Quiroga venció a Lamadrid en la localidad tucumana de  La Ciudadela (4 de noviembre de 1831), y la Liga Unitaria se derrumbó.

 

 

 

 

Con la captura de Paz y la derrota de Lamadrid las provincias del Interior se sumaron a la Liga Federal. Se organizó entonces la CONFEDERACIÓN ARGENTINA; en esta Confederación –que carecía de gobierno central- cada provincia se manejaba de forma independiente pero delegaba en el gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores.

 

Los logros administrativos en la provincia y las victorias frente a los unitarios incrementaron el prestigio de Rosas, pero en 1832, cuando terminó su período de gobierno, Rosas no aceptó la reelección que le ofrecía la Legislatura.

 

Rosas manifestó que tenía motivos particulares, pues le interesaba realizar con sus gauchos una campaña al “desierto” para “pacificar” la frontera con los indígenas. Sin embargo sus adversarios sostenían que Rosas no aceptaba esta reelección porque la Legislatura no estaba dispuesta a concederle nuevamente las Facultades Extraordinarias.

 

 

BALCARCE, VIAMONTE Y MAZA:

 

 

Lo sucedió en Buenos Aires otro federal, Juan Ramón Balcarce, que era un adversario político de Rosas. El federalismo bonaerense quedó claramente dividido en dos sectores: un sector moderado que apoyaba el constitucionalismo (los llamados “lomos negros” o “doctrinarios”), y un sector que respaldaba el otorgamiento de Facultades Extraordinarias a Juan Manuel de Rosas, grupo que era conocido como los “Apostólicos”.

 

Finalmente en noviembre de 1833, cuando Rosas estaba realizando la “Campaña al Desierto”, los Apostólicos, conducidos por doña Encarnación Ezcurra (esposa de Rosas, muy activa políticamente), iniciaron la “Revolución de los Restauradores”, y obligaron a Balcarce a renunciar. Esta revolución fue apoyada por parte de las milicias, por los estancieros partidarios del rosismo, y también por los gauchos y la gente de los arrabales de la ciudad.

 

Luego de la renuncia de Balcarce, aunque la Legislatura nombró gobernador interino a Juan José Viamonte, y luego a Manuel Vicente Maza, el poder real quedó en manos de Rosas y sus partidarios.

 

 

LA CAMPAÑA AL DESIERTO DE ROSAS:

 

Paradójicamente, una de las pocas cosas que escribió Rosas es un diccionario de la lengua de los indígenas "pampas"

 

 

En estos años, la Provincia de Buenos Aires, la de San Luis y la de Mendoza controlaban solo la parte norte de su actual territorio. En el caso bonaerense el límite del territorio efecivamente controlado estaba cerca del Río Salado. Más al sur era una zona de frontera, territorio indio a excepción de algunos poblados fortificados ubicados en la costa, como “Fortaleza Argentina” (Bahía Blanca) y Carmen de Patagones, o Tandil en el interior.

 

Las relaciones con los indígenas muchas veces eran violentas. Los habitantes originarios realizaban ataques que se llamaban “malones”, llevándose vacas y cautivos. Los malones alcanzaban a veces la zona sur de Córdoba y de Santa Fe.

 

La campaña al desierto de 1832 fue una operación militar concertada por los gobiernos de todas estas provincias fronterizas con los territorios indios. Hubo tres columnas, una de las cuales, la oriental, fue comandada por el propio Rosas.

 

Las fuerzas de Rosas llegaron hasta el Río Negro, e instalaron una guarnición en la isla Choele Choel de ese curso de agua.

 

Al concluir la campaña, el 25 de marzo de 1834, Rosas se dirigió a sus tropas junto al arroyo Napostá, pronunciando estas palabras:

 

“¡Soldados de la patria! Hace doce meses que perdisteis de vista vuestros hogares para internaros en las vastas pampas del sur. Habéis operado sin cesar todo el invierno y terminado los trabajos de la campaña en doce meses como os lo anuncié. Vuestras lanzas han destruido los indios del desierto, castigando los crímenes y vengando los agravios de dos siglos.

 

Las bellas regiones que se extienden hasta la cordillera de los Andes y las costas que se desenvuelven hasta el afamado Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la patria.” (2)

 

 

 

Si bien la campaña fue bastante sangrienta, y se calcula que los aborígenes sufrieron 3.200 muertes, no fue una campaña de exterminio: Rosas había firmado acuerdos con algunas tribus mientras luchaba contra las otras. Las relaciones de Rosas con esas tribus “amigas” se mantuvieron durante los veinte años siguientes.

 

“Concluida la Campaña de Rosas al Desierto, éste firmó tratados de paz con caciques hasta entonces secundarios, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumó el más importante de ellos, Calfucurá. Hasta la caída de Rosas en 1852, no hubo malones en la Provincia de Buenos Aires, Calfucurá daba aviso de los posibles ataques de los pequeños grupos indígenas que no respondían a su mando y eran fácilmente contrarrestados. Sirvió también para distribuir el alcohol y las mercaderías que les enviaba Rosas, junto con vacunas para la viruela.

 

La campaña también incorporó científicos, entre ellos Charles Darwin, que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indígenas. Se aseguró una precaria tranquilidad para los campos y pueblos ya formados y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia.” (2)

 

 

 

 

 

FUENTES:

 

(1): José Carlos Chiaramonte: “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en Marcelo Carmagnani (Coordinador) “Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina”, FCE, México, 1993.

 

(2): Wikipedia

 

CONSIGNAS:

1- ¿Cómo finalizaron los gobiernos de Rivadavia y Dorrego?

2- ¿Cómo llegó Rosas al poder?

3- ¿Qué características tuvo el primer gobierno de Rosas?

4- Resumí el conflicto entre las dos Ligas (Unitaria o del Interior, y Federal)

5- En un mapa de Argentina nro.3 pintá en dos colores distintos los territorios controlaba cada una de las ligas -hay dos en este trabajo que pueden servirte de modelo-

6-  ¿Qué establecía el Pacto Federal de 1831?

7- ¿Qué rol jugó el rosismo en la etapa 1832-35?

8- Buscá breves biografías de:

A- Bernardino Rivadavia

B- Manuel Dorrego

C- Encarnación Ezcurra

 

 

http://cronicasdesiwenna.blogspot.com/2020/06/rivadavia-dorrego-y-rosas.html

 

 

 

 

 

 

 

EL SEGUNDO GOBIERNO DE ROSAS:

 

 

La Vuelta de Obligado, donde las fuerzas argentinas enfrentaron a los imperios inglés y francés

 

 

Luego de que la esposa de Rosas y sus partidarios forzaran la renuncia de Balcarce, fueron gobernadores de Buenos Aires, por muy cortos períodos, Juan José Viamonte y Manuel Vicente Maza. La Legislatura ofreció en repetidas oportunidades la gobernación a Rosas, pero éste la rechazó debido a que no se le ofrecían las Facultades Extraordinarias.

 

 

 

En febrero de 1835 fue asesinado en Barranca Yaco, en la provincia de Córdoba, el caudillo federal riojano Facundo Quiroga. La muerte del riojano, quien junto a Rosas y Estanislao López era uno de los principales referentes nacionales del federalismo, generó un recrudecimiento de las luchas civiles.

 

Facundo Quiroga

 

 

En Buenos Aires el asesinato se adjudicó a los unitarios, y la tensión política llegó a niveles desconocidos. A consecuencia de esta situación, la Legislatura bonaerense ofreció a Juan Manuel de Rosas, en marzo de 1835, la gobernación de la Provincia, confiriéndole además “la suma del poder público por todo el tiempo que a su juicio fuese necesario”. Rosas declaró que sólo aceptaría el cargo si el pueblo avalaba la decisión de la Legislatura en un plebiscito convocado al efecto. En esta consulta, celebrada entre el 26 y el 28 de marzo de 1835, la nominación de Rosas fue confirmada abrumadoramente.

 

Apenas asumió como Gobernador, Rosas separó de su cargo a funcionarios, empleados administrativos y militares “por no ser fielmente adicto[s] a la causa nacional de la federación”, e impuso el uso de la divisa federal, la divisa punzó, en los edificios públicos, escuelas, casas particulares, y en la vestimenta de la población. Fue particularmente temida "La Mazorca", policía política vestida de rojo que perseguía a los opositores.

 

 

 

 

 

 

 Arriba un mazorquero. Abajo la divisa punzó

 

Debido a éstas y otras medidas, los opositores políticos comenzaron a emigrar masivamente al interior o a países vecinos como Uruguay, Chile y Bolivia, desde donde trataron, con el apoyo de diversos países, de derrocar a Rosas.

 

Rosas se alió con los gobiernos federales del interior, y apoyó con armas y tropas porteñas el derrocamiento de los gobiernos provinciales a los que él consideraba de “tendencia unitaria”.

 

Los gobernadores federales delegaron en Rosas el manejo de las Relaciones Exteriores de la Confederación, pero, en la práctica, la cohesión de las provincias argentina fue escasa.

 

Los opositores organizaron incesantes alzamientos provinciales, apoyados por diversos gobiernos extranjeros (como el uruguayo, brasileño, boliviano, inglés y francés). Por eso los conflictos interiores y exteriores se mezclaron con mucha frecuencia.

 

Entre 1837 y 1839, la Confederación Argentina aliada con Chile estuvo en guerra contra Perú y Bolivia (que apoyaban a los unitarios del norte argentino); entre 1838 y 1840 una flota francesa, aliada a los unitarios de Montevideo y al gobierno uruguayo del General Fructuoso Rivera, bloqueó Buenos Aires, mientras que entre 1845 y 1848 una flota de Inglaterra y Francia –las dos potencias más poderosas de la época- aliada con los unitarios de Montevideo y los uruguayos del Partido Colorado de Rivera volvieron a bloquear Buenos Aires e intentaron forzar la apertura del río Paraná al comercio internacional. Este objetivo de lograr la “libre navegación de los ríos” agradaba a muchos en Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, aunque en este conflicto apoyaron a Rosas.

 

La situación más confusa fue la de Uruguay, ya que durante 9 años (de 1843 a 1851) un ejército de federales argentinos y uruguayos del Partido Blanco del “Presidente” oriental Manuel Oribe, sitió a Montevideo. La capital uruguaya estaba defendida por argentinos antirrosistas, orientales del Partido Colorado del también “Presidente” Fructuoso Rivera  (Uruguay tenía dos gobiernos en lucha entre sí)  y voluntarios europeos.

 

Rosas también operaba contra estos países, ya que coqueteó entre 1835 y 1845 con el movimiento secesionista brasileño que pretendió independizar a Río Grande do Sul –la provincia brasileña más meridional- del Imperio. Esa zona, aún hoy área “gaúcha”, tenía muchos vínculos con los pueblos de la llanura pampeana, con los que compartía un bioma y un estilo de vida. Por otro lado, la excelente relación política del líder bonaerense con los afrodescendientes era una fuente de preocupación para un Imperio basado en la esclavitud de los africanos.

 

El Estado brasileño de Río Grande do Sul

 

 

El derrocamiento de Rosas se produjo en 1852, y estuvo en la tónica de sus anteriores conflictos.

 

En 1851 el gobernador federal de Entre Ríos Justo José de Urquiza, hasta entonces un firme aliado de Rosas, hizo un “Pronunciamiento” declarando que dejaba de reconocer la autoridad de Rosas como líder de la Confederación.

 

Urquiza formó una alianza con Corrientes, Brasil y el gobierno uruguayo de Rivera. Estas fuerzas primero derrotaron a Oribe, el aliado uruguayo de Rosas, y luego marcharon sobre Buenos Aires, con Urquiza al frente del “Ejército Grande de la América del Sur” (entrerrianos, correntinos, uruguayos, brasileños, emigrados argentinos).

 

Justo José de Urquiza

 

 

Las fuerzas rosistas fueron derrotadas en Caseros el 3 de febrero de 1852.

 

El gobernador presentó la renuncia y se refugió en la embajada inglesa, pidiendo asilo político en ese país.

 

Juan Manuel de Rosas murió en Inglaterra en 1877, veinticinco años después de su derrocamiento. Sus restos no fueron repatriados hasta la década de 1990.

 

 

 

LA ESPADA DE SAN MARTIN Y LA INSOLENCIA INAUDITA

 

 

 

 

 El sable corvo del General San Martín que pasó a Rosas por testamento del libertador

El general José de San Martín dejó en su testamento la espada con la que había luchado en las guerras de independencia a Juan Manuel de Rosas.

 

Por aquellos años, Inglaterra y Francia, las dos potencias más fuertes, estaban buscando nuevas colonias. Una de las víctimas de esas apetencias fueron los chinos, que debieron aceptar tras perder la “Guerra del Opio” que los ingleses les vendieran  droga como si fuera una mercadería más.

 

Los intentos de estas potencias en el Río de la Plata fracasaron en forma ruidosa frente a la resistencia de la Confederación Argentina de Rosas.

 

 

 

Arriba: Las cadenas que se tendieron en el Paraná para deificultar el paso de los buques de Inglaterra y Francia.

 

 

Impresionado, San Martín le escribió desde Grand Bourg a Tomás Guido:

 

“Tentado estuve de mandarle a Rosas la espada que contribuyó a defender la independencia americana, por aquel acto de entereza en el cual, con cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que, poco o muchos, sin contar con elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”(1).

 

En otra carta el Libertador señalaba que Rosas había demostrado que los argentinos no son “empanadas que se comen de un solo bocado” (1).

 

La aventura colonial de Inglaterra y Francia terminó muy mal, y Rosas tampoco les facilitó la salida:

 

“Inglaterra, ansiosa ya por terminar con el bochorno internacional, envía al prestigioso diplomático Henry Southern. Rosas, escaldado y deseoso de fijar sin rodeos las condiciones de lo que es indisimuladamente una capitulación enemiga,se niega a recibirlo hasta tener claras sus intenciones.

 

El primer ministro lord Aberdeen se indignará el 22 de febrero de 1850 ante el Parlamento británico:

 

‘Hay límites para aguantar las insolencias y esta insolencia de Rosas es lo más inaudito que ha sucedido hasta ahora a un ministro inglés. ¿Hasta cuando hay que estar sentado en la antesala de este jefe gaucho? ¿Habrá que esperar a que encuentre conveniente recibir a nuestro enviado?  Es una insolencia inaudita’.

 

[…] Finalmente, mister Southern y el Restaurador firmarán el acuerdo que aceptaba todas las exigencias argentinas.

 

El convenio establece la devolución de Martín García y de los buques de guerra; la entrega de los buques mercantes a sus dueños; el reconocimiento de que la navegación del Paraná es interior y sólo está sujeta a las leyes y reglamentos de la Confederación Argentina, y que la del Uruguay es común y está sujeta a las leyes y reglamentos de las dos repúblicas; y la aceptación de Oribe para la conclusión del acuerdo.

 

Rosas se obliga a retirar sus tropas del Uruguay cuando el gobierno francés haya desarmado a la legión extranjera, evacúe el territorio de las dos repúblicas, abandone su posición hostil y celebre un tratado de paz.

 

Pero todavía hay más. Se establece la amistad entre los dos países e Inglaterra se obliga a saludar el pabellón de la Confederación Argentina con veintiún cañonazos.

 

Algunos meses más tarde también se rendirá Francia, a pesar de que muchos querían continuar la guerra, pero serán finalmente desanimados, entre otras razones, por la patriótica acción de dos José de San Martín que empeñará su prestigio para convencer a los europeos de que ‘todos los argentinos se unirán y tomarán una parte activa en la lucha’, por lo que la invasión se prolongaría `hasta el infinito’ ” (2)

 

 

 

 

 

 

Bandera argentina en tiempos de Rosas. El azul es muy oscuro, casi negro. El sol y los gorros frigios son rojos.

 

 

 

 

FUENTE:

 

(1): Pacho O’Donnell: “Juan Manuel de Rosas”, Editorial Planeta, 2003, pags. 277 y 279

 

 

 

(2): Pacho O’Donnell: “Juan Manuel de Rosas”, Editorial Planeta, 2003, pags. 292 y 293

 

 

 

 

 

CONSIGNAS:

1-    ¿Qué características tuvo la etapa 1832-35?

2-    A) ¿Cómo murió Facundo Quiroga? ; b) ¿Qué consecuencias generó esa muerte?

3-    A) ¿Cómo fue la relación entre Rosas y la oposición? ; b) ¿Qué era la divisa punzó?

4-    ¿Qué conflictos militares internos y externos enfrentó Rosas durante su gobierno?

5-    ¿Cómo cayó Rosas?

6-    A)¿Cómo terminó la intervención anglofrancesa?; B) ¿Por qué estaba tan enojado Aberdeen?

7-    PARA INVESTIGAR:

A) Buscá breves biografías de JUAN MANUEL DE ROSAS Y JUAN FACUNDO QUIROGA ;

B) ¿Qué fue la GUERRA DEL OPIO y cómo terminó?

 

 

Publicado en:

http://cronicasdesiwenna.blogspot.com/2020/06/el-segundo-gobierno-de-rosas.html

 

 

ECONOMÍA ARGENTINA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX:

 

 

 

 

El actual territorio argentino era, en los siglos XVIII y XIX, una extensión enorme y de muy escasa población. No se llegó al millón de habitantes hasta la segunda mitad del siglo XIX. O sea que por entonces todo el país tenía la tercera parte de la población que hoy tiene CABA, o la mitad de la que hoy tiene La Matanza. Los caminos eran pocos y malos. Los ríos navegables siempre fueron pocos, y se concentran en el Este del país.  Los puertos eran escasos y muy malos, y de hecho la ciudad de Buenos Aires, donde se encontraba la aduana por la que debía pasar el comercio exterior, fue fundada junto a un río, el Río de la Plata, enorme pero de escasa profundidad, por lo que la carga y descarga se hacía con carretones que ingresaban al río y se acercaban a los barcos.

 

Los barcos que intentaban llegar hasta la ciudad solían encallar, como le pasó durante las invasiones inglesas de 1806-07 a un navío británico que fue tomado por una carga de caballería gaucha cuando estaba inmovilizado en el barro del fondo del río.

 

 

 

 El Río de la Plata. La zona oscura en marrón y en azul es profunda, es el cauce central del río.

La zona de color blanco amarillento tiene muy poca profundidad. A veces incluso, en algunas áreas, se hace pie.

 

 

El país era una enorme extensión casi despoblada con un puñado de centros urbanos de unos pocos miles de habitantes: a fines del siglo XVIII la ciudad de Buenos Aires tenía menos de 50.000 habitantes, mientras que Tucumán andaba por los 5.000

 

La agricultura sólo tenía sentido en las zonas que rodeaban esos pequeños núcleos urbanos. Para cultivar más lejos no  había ni mano de obra ni transportes para llevar a los poblados esa eventual producción.

 

 

 

En la zona pampeana, la actividad principal fue durante mucho tiempo la ganadería, y de hecho había probablemente más caballos, vacas y ovejas que seres humanos. La utilidad de ese ganado era también limitada, ya que no había forma de conservar la carne, al no haberse inventado las heladeras o los freezers.

 

El tasajo son tiras de carne vacuna  secadas con sal

 

 

En las vaquerías del siglo XVIII, expediciones en las que un grupo de gauchos se adentraba en las pampas para matar vacas, se aprovechaba sobre todo el cuero. La mayor parte de la carne quedaba en el campo como festín de los caranchos y otros animales carroñeros.

 

Recién a comienzos del siglo XIX aparecen los saladeros, establecimientos “industriales” que salaban la carne permitiendo su conservación sin frío. La carne salada fue consumida en estas tierras, pero fue un producto importante de exportación limitado, pues no era demasiado aceptada en los mercados europeos, aunque encontró mercados en diversos países de América Latina.

 

 

 

En torno a 1830-40 comienza a aparecer una explotación ganadera nueva, al aumentar la demanda europea de lana. En las pampas argentinas se desarrolla entonces la cría de la oveja, tras mejorar la calidad de las ovejas locales mediante cruzamientos con ovejas europeas, y esto permite disponer de un nuevo producto exportable.

 

Este panorama se mantuvo durante mucho tiempo. Recién en 1875-76 comienza Argentina a exportar trigo y carne congelada. Hasta ese momento la lana y el cuero seguían siendo los principales productos de exportación.

 

 

 

 

EN TIEMPOS DE ROSAS: LA LEY DE ADUANA

 

 

Una de las medidas más interesantes de Rosas en referencia a la economía fue la Ley de Aduanas de 1835. Las críticas reiteradas del interior –en especial del Litoral- contra el libre comercio usufructuado por Buenos Aires, movió a Rosas a promulgar la ley de aduana el 18 de diciembre de 1835.

 

La medida constituyó un aporte para el desarrollo de la producción del interior, deteniendo la ruina de las industrias artesanales regionales. La ley establecía el cobro de fuertes derechos a la introducción de mercaderías que pudieran significar una competencia para la producción local.

 

Además, la ley regulaba la entrada de determinados productos, pudiendo prohibir la introducción de algunos de ellos, como sucedió con los herrajes, frenos, espuelas, maíz, porotos, etcétera de acuerdo con las necesidades del mercado interno.

 

 

EL PROBLEMA DE LA ADUANA Y SUS RECURSOS

 

 

Los gobiernos necesitan dinero para funcionar, y ese dinero lo obtienen cobrando impuestos. La inmensa mayoría del dinero que se recaudaba en el siglo XIX tenía un único origen: los tributos que pagaban en la aduana de Buenos Aires los que exportaban o importaban. Por esa aduana pasaban los productores de todo el país, y también las importaciones que se dirigían a todo el país.

 

Pero el dinero se manejaba localmente. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la aduana era controlada por el gobierno de Buenos Aires. El que tenía la aduana tenía el dinero. Las provincias del interior reclamaban la nacionalización de esa aduana, lo cual no se logra hasta la instalación de un gobierno central fuerte en el último tercio del siglo XIX.

 

 

 

LA ECONOMÍA ROSISTA: LOS PRIVILEGIOS DE LA CIUDAD-PUERTO

 

 

Política y económicamente considerados, los federales eran representantes del sector ganadero y en menor medida del agrícola. En general la dirigencia federal estaba integrada por ricos terratenientes y estancieros. Sin embargo, los federales no sólo se conectaban con su propio grupo social, también se hallaban ligados a los sectores socialmente bajos tanto del ámbito rural como del urbano, constituyéndose en depositarios de sus inquietudes sociales y políticas.

 

El programa político de los federales apuntaba a defender las autonomías provinciales. Si embargo, no lograron constituir un partido federal nacional: se oponían a ello los agudos y a veces antagónicos intereses y particularismos regionales.

 

 

 

Los federales porteños (rosistas) se oponían a la nacionalización de la aduana pues de concretarse, la ciudad-puerto perdería su posición de privilegio con respecto al resto de las provincias argentinas. En este sentido es lícito hablar de la “dictadura del puerto de Buenos Aires” que convertía a la ciudad porteña en cabeza económica y financiera del resto de las provincias, ejerciendo un fuerte poder hegemónico.

 

El programa económico de los federales porteños pasaba por la expansión de la ganadería y la agricultura. Sostenía que en el desarrollo de las actividades rurales residía la riqueza del país más que en el comercio como sostenían los unitarios.

 

 

 

LA CRECIENTE PROSPERIDAD DE L0S COMERCIANTES INGLESES

 

 

Los británicos residentes en Buenos Aires constituían una comunidad cuyo prestigio, influencia y prosperidad fue en aumento. En sus manos se centraba el manejo de las exportaciones y el control de los precios ya que estaban en condiciones de nivelar la oferta con el consumo, con lo cual podían mantener los precios a niveles constantes sin las naturales fluctuaciones de la oferta y la demanda. Por otra parte, la crónica escasez de moneda (no olvidemos la desmonetización de la economía por la pérdida del Alto Perú y sus minas del Potosí) hizo que éstos comerciantes extranjeros pudieran dominar la entrada de moneda con lo  cual acentuaban el control de los mercados locales. Inglaterra se veía favorecida por el Tratado de Amistad y Comercio firmado con las autoridades argentinas en 1825, les daba un trato preferencial a los comerciantes de ese país en todas las transacciones que realizaban.

 

Hasta 1850, los productos más comprados por los comerciantes ingleses eran el cuero, la lana y la carne salada. También comenzaron a invertir en tierras, pero hasta la fecha mencionada, esas inversiones no fueron significativas.

 

 

 

EL SALADERO, UNA INDUSTRIA EN EXPANSIÓN

 

 

 

A partir de la consolidación del régimen rosista las actividades rurales se expandieron. La ganadería prosperaba por la demanda de cueros, sebo y tasajo (carne salada con la que se alimentaba a los negros esclavos del Brasil y el Caribe). La de los saladeros fue la actividad que evidenció mayor crecimiento.

 

Los primeros saladeros fueron instalados por los comerciantes ingleses en la época de la Revolución de Mayo. Hacia 1815, la firma “Rosas, Terrero y Cia.” abrió un saladero en “Las Higueritas”, partido de Quilmes. Las buenas utilidades obtenidas permitieron la apertura de otros establecimientos en las vecindades.

 

Un saladero necesita puertos, sal, peones y tierras. El puerto principal usado para la exportación de tasajo era el de la Ensenada. En cuanto a la sal, se organizaron expediciones a las salinas “rionegrinas”, para lo cual era forzoso remontar el Río Negro.

 

El gaucho, imprescindible para las tareas ganaderas, desdeñaba el trabajo fijo y en condiciones no demasiado atractivas que le proponían la estancia y los saladeros. La necesidad de mano de obra hizo que los propietarios presionaran a las autoridades para dictar una legislación compulsiva. En efecto, en 1815 se expidió un Bando –una especie de decreto- que calificaba de “vagos” y “malentretenidos” (delincuentes) a quienes no pudieran acreditar que eran propietarios o no demostraran tener un trabajo fijo. A partir de entonces, el trabajador rural estaba obligado a llevar una “papeleta” visada por su patrón y por el juez de paz.

 

Como vemos, al gaucho le quedaban pocas alternativas: conchabarse –es decir emplearse-, o llevar una vida de proscripto.

 

 

 

 

 

 Otra técnica que se usa para secar la carne es colgarla al sol.

Así se hace el charqui en el norte argentino

 

CONSIGNAS:

1- ¿Qué dificultades planteaba la economía de la actual argentina en los siglo XVIII y XIX?

2- ¿Qué eran las vaquerías?

3- ¿Qué posibilidades nuevas abrieron los saladeros?

4- ¿Qué otras producciones se explotaban?

5- ¿Qué conflictos se generaron en torno al puerto y la aduana?

6- ¿Cuál era la situación de los habitantes del campo?

 

 

http://cronicasdesiwenna.blogspot.com/2020/08/economia-argentina-en-los-siglos-xviii.html

 

 

 

 

 

URQUIZA Y LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

 

 

 

 Justo José de Urquiza, gobernó el país entre 1852 y 1860

LA SECESIÓN DE BUENOS AIRES

 

 

 El Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina usaban banderas distintas

 

Tras la derrota de ROSAS en CASEROS, los gobernadores del Litoral firmaron el llamado PROTOCOLO DE PALERMO, en el que se reconocía a Urquiza el control provisorio de la Confederación, y se convocaba a los gobernadores a firmar un acuerdo en San Nicolás de los Arroyos.

“A la reunión en San Nicolás asistieron casi todos los gobernadores de provincia, y el 31 de mayo, los gobernadores firmaron el Acuerdo de San Nicolás, por el que se llamaba a un Congreso Constituyente, formado por dos diputados de cada provincia, que sancionaría una constitución. Entre otras disposiciones, se establecía también que los diputados debían concurrir con poderes plenos para votar según su conciencia, sin que instrucciones que coartaran su libertad de acción, aunque las provincias podrían retirarlos y reemplazarlos de considerarlo oportuno. La disposición sobre los "plenos poderes" de los constituyentes había sido varias veces utilizada anteriormente por los gobiernos porteños, para presionar a los diputados a aceptar medidas opuestas a las exigidas por las provincias a través de las instrucciones dadas a sus representantes. La diferencia esencial era, esta vez, que la reunión del Congreso no sería en Buenos Aires, sino en Santa Fe. De modo que la presión la ejercería, no el gobierno porteño, sino el Director Provisional de la Confederación Argentina: el mismo general Urquiza, que pagaba los sueldos de los diputados y había colocado en el gobierno al gobernador de Santa Fe.

 

 

Vicente López y Planes

 

Por otro lado, se otorgaba al general Urquiza el título de Director Provisorio de la Confederación Argentina, para que ejerciera el gobierno nacional con amplios poderes ejecutivos y legislativos.” (1)

La firma del acuerdo provocó una crisis política en Buenos Aires que generó la renuncia del gobernador López y Planes, luego su restitución, y luego la intervención federal de Buenos Aires por parte de Urquiza, que asumió el cargo de Gobernador.

El 11 de septiembre de 1852 una rebelión militar en Buenos Aires destituyó a las autoridades que Urquiza había dejado en la provincia. La rebelión contó con el apoyo de fuerzas correntinas que el gobierno central había dejado en la ciudad.

Urquiza intentó intervenir con fuerzas santafesinas, pero el nuevo gobernador, Manuel Pinto, logró un apoyo bastante amplio en la Provincia que incluía a ex unitarios (como el anciano General cordobés José María Paz) y a ex partidarios de Rosas. Buenos Aires retiró sus representantes de la Convención Constituyente, y eligió como gobernador a Valentín Alsina.

El 1 de diciembre Hilario Lagos y otros comandantes de pasado federal se rebelaron en la actual Mercedes contra el gobierno de Alsina, exigiendo su renuncia. Atacaron Buenos Aires, pero no pudieron tomarla. En la defensa de la ciudad se destacaron Bartolomé Mitre y el general José María Paz.

Urquiza apoyó a Lagos, y envió una flota para cercar a Buenos Aires también por el lado del Río, pero los porteños sobornaron a los oficiales de la flota del gobierno central para que se pasaran al bando porteño. De la tarea de corromper a los marinos de la Confederación se encargó Norberto De La Riestra.

La deserción de la flota urquicista desactivó la rebelión de Lagos. El sitio de Buenos Aires se levantó poco después, y el ESTADO DE BUENOS AIRES se consolidó como una unidad política distinta de la CONFEDERACIÓN ARGENTINA.

 

LA ORGANIZACIÓN DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

 

 

Bandera de la Confederación Argentina, muy similar a la que usaba Rosas

“En marzo de 1854 se constituyó  el primer gobierno federal organizado según la Constitución Nacional que, con excepción de Buenos Aires, habían jurado todas las provincias. Los electores designaron a Justo José de Urquiza como Presidente de la Confederación Argentina y a Salvador María del Carril como vicepresidente. Se realizaron las elecciones para integrar las dos cámaras legislativas del Congreso y el Poder Ejecutivo designó a los miembros de la Suprema Corte de Justicia. Ante la imposibilidad de asentar la capital de la República en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno federal estableció su sede en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos, que fue federalizada provisionalmente.

El reconocimiento de este gobierno federal por todas las provincias no significó la consolidación de la unidad entre ellas. Los jefes provinciales –aunque se daban el título de gobernadores- continuaban siendo caudillos que habían establecido con el nuevo presidente una relación de lealtad personal. Por eso, a pesar de los conflictos interprovinciales que se desarrollaron, Urquiza logró mantener la unidad. Pero esto no alcanzó para evitar el deterioro de la Confederación frente a Buenos Aires, ya que el gobierno federal no tenía recursos necesarios para llevar adelante sus obligaciones.

 

 

LAS FINANZAS DE LA CONFEDERACIÓN

 

Cuando Urquiza asumió como presidente constitucional, el primer obstáculo que debió enfrentar fue la escasez de recursos de la Confederación para hacer frente a los proyectos de organización en todos los órdenes. El papel moneda emitido por el Banco Nacional creado por el Congreso Nacional en 1854 no tuvo aceptación porque esa emisión no estaba respaldada por ingresos reales. Con el objetivo de aumentar los ingresos provenientes del comercio, en julio de 1856, el Congreso dictó la Ley de Derechos Diferenciales.

Esta ley reducía impuestos al intercambio comercial sin escalas con los puertos de la Confederación, es decir que los barcos de ultramar que llegaban directamente a Rosario  o Paraná pagarían impuestos mucho menores. Pero tuvo efectos contrarios a los deseados. Como represalia, Buenos Aires impuso restricciones a los productos de las provincias que se exportaban por su puerto. La demanda de productos extranjeros y las posibilidades de exportación de las provincias fueron manejadas por comerciantes de Buenos Aires y de Montevideo, que hacían de intermediarios entre los comerciantes del interior y del exterior. De este modo, crecieron los ingresos fiscales de Buenos Aires y las comisiones que los productores del interior pagaban a los comerciantes porteños.” (2)

 

LA PRECARIEDAD DEL GOBIERNO NACIONAL

 

 

“La autoexclusión de Buenos Aires privó a las autoridades de la Confederación de la única fuente significativa de recursos fiscales del territorio. Fuera del circuito económico formado por la provincia de Buenos Aires y el mercado externo, no existía una economía lo suficientemente dinámica como para constituir una fuente de recursos capaz de solventar la construcción del aparato institucional de la Nación. Al mismo tiempo, ninguna de las precarias administraciones provinciales podía proveer al gobierno nacional los medios para empezar a hacer efectiva su presencia a lo largo del territorio que formalmente se hallaba bajo su jurisdicción. A casi dos años de San Nicolás, la existencia del gobierno nacional era aún sumamente precaria. No se habían organizado las rentas nacionales. El gobierno central contaba solamente con las recaudaciones de la provincia de Entre Ríos, el ingreso proveniente de unas pocas operaciones de crédito interno y pequeñas contribuciones de los gobiernos de Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Asimismo, la centralización de la conducción militar sólo se daba realmente en los casos de acuerdos bilaterales entre Urquiza y los gobiernos provinciales. La única fuerza que dependía directamente del gobierno nacional era, en realidad, el ejército de Entre Ríos. En el ámbito civil, el gobierno nacional sólo actuaba a través de las instituciones locales de cada provincia.

Las bases materiales para llevar a cabo la efectiva unificación del territorio nacional se hallaban en la provincia de Buenos Aires, donde, mientras tanto, se consolidaba un gobierno independiente”(3)

 

EL ESTADO DE BUENOS AIRES:

 

 

 

 

 

“En Buenos Aires después de la revolución de septiembre de 1852, los grupos autonomistas desplazaron a los partidarios de la incorporación a la Confederación y la provincia se ocupó de su propia organización institucional. La Constitución provincial fue jurada en mayo de 1854 y Pastor Obligado fue elegido gobernador por tres años.

En los años siguientes, fueron permanentes los enfrentamientos entre los grupos de antiguos federales porteños que apoyaban la unidad nacional sobre la base de los pactos preexistentes, llamados chupandinos, y los sostenedores de la independencia de Buenos Aires, llamados pandilleros y liderados por Valentín Alsina, Dalmacio Vélez Sarsfield y Bartolomé Miotre, jefes del nuevo partido liberal.

La situación política bonaerense se complicó aún más cuando entre los liberales comenzó a diferenciarse la fracción nacionalista liderada por Mitre, que sostenía la necesidad de que la Provincia se incorporara a la Confederación pero sobre la base de nuevos fundamentos. Los nacionalistas pensaban que Buenos Aires debía formar parte de la Nación argentina con objeto de actuar como como rectora y guía de las demás provincias.

Al contrario de lo que ocurría con las rentas de la Confederación, a partir de 1854, los ingresos del Estado de Buenos Aires crecieron constantemente. Los derechos aduaneros que se originaban en el puerto de Buenos Aires, llave del comercio interno y externo de la Confederación, eran el rubro más significativo de la recaudación fiscal.

El desarrollo  de la ganadería, en cambio, estaba amenazado por las permanentes incursiones de indígenas desde la frontera sur. Los malones atacaban preferentemente las zonas más ricas de la pampa bonaerense, en las que el pillaje resultaba más productivo. La defensa de la provincia estaba mal equipada y mal organizada. La situación se agravaba porque tanto el gobierno bonaerense como el de la Confederación utilizaban a contingentes de indígenas como tropas auxiliares en sus enfrentamientos, con plena conciencia de la depredación que éstos causaban en su desplazamiento. La ‘lucha contra el indio’, aun cuando respondía a una necesidad real, frecuentemente fue utilizada por los dos Estadios enfrentados como excusa para incursionar en el territorio del adversario.

El gobierno de Buenos Aires impulsaba levantamientos de indígenas contra Urquiza y, luego, perseguía a los bonaerenses ‘enemigos del orden’ que habían cruzado la frontera del Arroyo del Medio. Por su parte, la Confederación frente a la inminente guerra con Buenos Aires, establecía acuerdos con los aborígenes con el propósito de conseguir aliados o, al menos, asegurarse de que se mantuvieron neutrales.

 

LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO DE BUENOS AIRES:

 

La Constitución bonaerense de 1854 afirmaba: ‘Buenos Aires es un Estado con libre ejercicio de su soberanía interior y exterior, mientras no la delegue expresamente en un gobierno federal’. Sin embargo, no llegó a establecer la separación definitiva. En los debates que precedieron a la aprobación de la constitución provincial, Mitre denunció la falta de derecho de la Legislatura para crear la nacionalidad porteña, porque una provincia que se reconoce  parte integrante de una nación que le preexiste aunque no se halle incorporada a ella de derecho, no puede legislar sobre esa materia que es de la exclusiva competencia de la soberanía nacional.

Alberdi escribió sobre ella: ‘Es una especie de constitución feudal. Ella establece o conserva una aduana interior o provincial, un tesoro de  provincia, un ejército y una diplomacia provinciales.

 

LAS RELACIONES ENTRE LA CONFEDERACIÓN Y BUENOS AIRES

 

Después de 1853, las relaciones entre la Confederación  Argentina y el Estado de Buenos Aires, dos entidades soberanas que se consideraban parte de la misma república, oscilaron entre el contacto pacífico y el enfrentamiento armado.

En enero de 1855, los dos Estados firmaron un Tratado que significó un avance en la unificación económica aunque no solucionó el problema de la unificación política. Durante un año se llevaron a cabo varias negociaciones con el objetivo de establecer un sistema de relaciones políticas entre el gobierno nacional y el de la provincia. Pero estas tratativas no obtuvieron ningún resultado positivo, y entre marzo de 1856 y octubre de 1859 el conflicto fue permanente.

Los dos gobiernos buscaron consolidar su posición mediante el reconocimiento diplomático en el exterior y pusieron en práctica una serie de medidas económicas para perjudicar y debilitar al adversario. Pero la lucha fue desigual, ya que la única fuente importante de ingresos era la Aduana de Buenos Aires.

 

“NO CONSENTIREMOS JAMÁS QUE BUENOS AIRES SE SEPARE DE SUS HERMANAS”

 

En 1859, el Congreso de la Nación autorizó por ley al Presidente de la Confederación a ‘resolver la cuestión de la integridad nacional respecto a la provincia disidente de Buenos Aires, por medio de negociaciones pacíficas o de la guerra, según lo aconsejaren las circunstancias’. Además, lanzó un manifiesto al país en el que expresaba, entre otras, las siguientes ideas: ‘Los convenios de […] 1854 […] y 1855 tuvieron por objeto acercar cuanto antes la reunión de todos los pueblos de la Confederación por medios pacíficos; y si el gobierno de la provincia disidente hubiera observado fielmente estos convenios, no tendríamos tal vez que apelar hoy al medio terrible de las armas… Esperar más tiempo es exponer la antigua y gloriosa república a desaparecer como nación, convirtiéndose en pequeñas provincias enemigas entre sí y prontas a devorarse recíprocamente. Es necesario que sea una e indivisible […] (Para lograrlo) no consentiremos jamás, y a costa de nuestra sangre si necesario fuere, que la antigua capital del virreinato, la populosa y rica Buenos Aires, se separe de sus hermanas […]’

 

LA BATALLA DE CEPEDA Y LA UNIÓN DE BUENOS AIRES Y LA CONFEDERACIÓN

 

La tensión entre Buenos Aires y la Confederación aumentó a medida que se acercaba el final del mandato constitucional del presidente Urquiza. En Paraná y en las provincias se desarrollaron fuertes enfrentamientos entre los partidarios de los dos candidatos principales, el vicepresidente Del Carril y el ministro del Interior, Santiago Derqui. La crisis que estalló en San Juan agravó el enfrentamiento entre el gobierno porteño y  la Confederación. Buenos Aires no estuvo de acuerdo con la intervención de la provincia de San Juan y la imposición de un nuevo gobernador, y el gobierno de Paraná acusó a los porteños de haber instigado el asesinato del jefe de los opositores al partido liberal. Finalmente, Derqui fue electo presidente con el aval de Urquiza y se consolidó la posición de los grupos más extremos, partidarios del uso de la fuerza para liquidar la secesión de los porteños.

En febrero de 1859, Valentín Alsina, gobernador de Buenos Aires desde 1857, en represalia contra la Ley de Derechos Diferenciales, dictó un decreto que estableció que los productos del interior serían tratados en Buenos Aires como mercaderías extranjeras. Esta medida afectó todavía más al comercio y las finanzas de la Confederación. Como respuesta, en mayo de 1859, el Congreso Nacional autorizó a Urquiza a resolver, mediante un acuerdo pacífico o por fuerza de la guerra, la disidencia de Buenos Aires. La Confederación, además, cerró todos los puertos y las fronteras internas  para el comercio y la correspondencia de Buenos Aires. El 23 de octubre de 1859, el ejército confederado al mando de Urquiza, y el porteño comandado por Mitre, se enfrentaron en CEPEDA. Las tropas confederadas obtuvieron la victoria.

Después de duras negociaciones y de la renuncia de Alsina, condición impuesta por Urquiza, el 11 de noviembre de 1859, en San José de Flores, ambas partes firmaron un pacto. Según el PACTO DE SAN JOSÉ DE FLORES, Buenos Aires se declaraba parte de la Confederación y se obligaba a aceptar y jurar solemnemente la Constitución Nacional de 1853, pero luego de que una Convención Provincial la examinara y propusiera reformas que la provincia considerara indispensables. El artículo quinto del pacto establecía que las reformas propuestas serían tratadas por una Convención ad-hoc; es decir convocada al efecto, a la cual Buenos Aires se obligaba a enviar sus diputados. El mismo artículo ordenaba que Buenos Aires debía acatar laas decisiones de la Convención como definitivas, excepto las relacionadas con la integridad del territorio de la provincia, que –reconocía el pacto- ‘no podrá ser dividido sin el consentimiento de la legislatura’.

En mayo de 1860, Mitre fue elegido gobernador de Buenos Aires y, desde ese cargo, desarrolló una política favorable a la unión. Pero el conflicto de fondo entre Buenos Aires y la Confederación todavía no había sido resuelto.

 

EL PACTO DE SAN JOSÉ DE FLORES

 

 

El Pacto de San José de Flores fue considerado un pacto de unión porque en él se acordó la incorporación de Buenos Aires a la Confederación y en el se fijaron los pasos a seguir hasta la aceptación definitiva por parte del Estado porteño de la Constitución nacional de 1853. El pacto estableció también que Buenos Aires dejaba de mantener relaciones diplomáticas y que todas las propiedades de la provincia seguían bajo su jurisdicción, con excepción de la Aduana del puerto de Buenos Aires que pasaba a jurisdicción del gobierno federal. Según el artículo octavo del Pacto, la Nación garantizaba a la provincia de Buenos Aires su presupuesto de 1859 hasta cinco años después de su incorporación, para cubrir sus gastos, inclusive su deuda interior y exterior. Pero estas últimas disposiciones no llegaron a cumplirse. En un convenio firmado el 6 de junio de 1860 entre el representante del gobierno de Buenos Aires y el nuevo Presidente de la Confederación, Santiago Derqui, se acordó que la Aduana permanecería bajo control del gobierno provincial hasta que la Convención aprobara las reformas y los diputados y senadores bonaerenses se incorporaran al Congreso Nacional, que se reuniría a principios de 1861, y participaran en la elaboración de las leyes que debían reglamentar la distribución de las rentas fiscales. Entre tanto, Buenos Aires se comprometía a subsidiar a la Confederación con papel moneda“(4).

 

 

 

NOTAS:

 

(1): Wikipedia

 

(2): ALONSO Y VÁZQUEZ: “La Argentina contemporánea (1852-1999), Buenos Aires, Aique, 2003, pag. 20

 

(3): Oscar Oszlak: La formación del Estado argentino, Buenos Aires, 1982

 

(4): ALONSO Y VÁZQUEZ: “La Argentina contemporánea (1852-1999), Buenos Aires, Aique, 2003, pag. 21, 22 y 23

 

CONSIGNAS:

1-  ¿Qué dificultades presentaba el gobierno de Urquiza?

2-  a)¿Por qué Urquiza se instaló en la ciudad de Paraná?; b)¿Qué dificultades económicas mostraba la Confederación?

3-  ¿Cómo se organizó el "Estado de Buenos Aires?

4-  ¿Qué decía Alberdi sobre la Constitución bonaerense?

5-  "Buenos Aires y la Confederación enfrentaron 9 años de guerra permanente" . Si-No ¿Por qué?

6-  ¿Qué establecía el Pacto de San José de Flores?

7-  ¿Por qué la batalla de CEPEDA no resolvió el conflicto entre los dos Estados argentinos?

 

 

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